Aquel
amanecer Esperanza se acostó feliz como jamás en mucho tiempo había estado.
Después de varios meses de sufrimiento debido a la ruptura con su pareja de
toda la vida, había aceptado casi a regañadientes ir como dama de honor a la
boda de su prima Esther. Pero viendo el ramo de novia sobre la mesita de noche
de su habitación se alegraba de haber ido…
Antes
de la ceremonia viendo como se vestía para la ceremonia su prima lloró como jamás había llorado. No
lloraba de alegría, sino de pura pena, pues si aquella zorra del club de padel
donde acudía su novio no hubiese aparecido, ella también podría haber estado en
aquella misma situación. Lo había planeado todo durante años, su vestido, la
ceremonia, el banquete, y de un plumazo todo se había ido al garete…
Se
encerró durante casi media hora en el baño, antes de hacerse una promesa, no
volvería a llorar más en toda la noche, no era cuestión de estropearle la boda
a su prima, no se lo merecía, ni tampoco su ex merecía una sola de sus
lágrimas.
Tuvo
que luchar contra su interior para no llorar durante la ceremonia, se llegó a
morder el labio hasta el punto de hacerse sangre mientras oía: “Yo os declaro
mujer y marido…” Una vez pasado ese trance sintió que había pasado lo peor. El
banquete siempre sería más llevadero.
Aplaudió
como una posesa mientras la pareja cortaba la tarta, así como vitoreó el baile
nupcial, sin embargo una vez abierta la barra libre, sintió la necesidad de
tomar una copa para animarse y no dejarse caer en el abatimiento.
-Jamás
pensé encontrar una mujer tan bella como tu en un sitio como este.-oyó a sus
espaldas mientras se bebía de un trago el ron.
Normalmente
en las bodas siempre existían hombres dispuestos a buscar una aventura con la
que rellenar su curriculum amoroso, para poder jactarse entre sus amigos de
haberse tirado a una amiga de la novia en los baños, por eso Esperanza tan
siquiera se volvió para verlo. Quizás necesitase una aventura para desatascar
su vida, pero sentía que aquello era una forma de traicionar sus principios.
-No
deberías de beber tan rápido.-volvió a repetir la misma voz a su espalda
mientras se tragaba nuevamente de un sorbo otra copa de alcohol.
-¡¿Y
a ti qué más te da?!-se volvió para amonestarlo viendo ante ella un hombre casi
de su misma edad de una belleza inconcebible, fuerte, atractivo, y muy
interesante.
-Me
importa que una mujer como tu tenga que ahogar sus penas en alcohol.-respondió
sin inmutarse.
-¿Qué
sabrás de mi? Si bebo es para celebrar la boda de mi prima.-se mostró indignada
con un desplante.
-Es
fácil de saber-le tomó del brazo señalando al resto de la sala.-El resto solo
se acerca a la barra para pedir la copa y largarse. Bailan, ríen, y sobre todo
están con otras gentes…sin embargo tu no te has movido de aquí desde que
comenzó el baile nupcial.
-¿Has
venido a fastidiarme la noche o qué?-le reprochó sorbiendo las lágrimas que
comenzaban a surgir de su rostro.
-Ni
por asomo.-negó levantándole la cabeza por la barbilla para que lo mirase a
aquellos misteriosos ojos negros.-Lo que pretendo es hacerte feliz…
-Pues
se ha confundido usted de persona…no soy de esas que se tiran al primero que
conocen.-se zafó de la mano de él.
-No
pretendo nada de eso, solo quiero que baile conmigo.-le invitó.
Un
tanto cortada por su brusca respuesta aceptó bailar con él más por vergüenza
que por ganas. Sin embargo una vez comenzado el baile se fue sintiendo más
cómoda, pues aquel hombre se mostraba amable con ella.
Conforme
fue pasando la noche se fue sintiendo más a gusto a su lado. Le fue presentado
gente, e incluso logró hacerla reír a carcajadas. Se sintió como una reina
durante varias horas, aunque especialmente cuando su prima de forma inesperada,
en lugar de lanzar el ramo entre las solteras se lo entregó en medio de la
multitud, consiguiendo emocionarla.
-Tu
serás la próxima en casarte.-le susurró Esther al oído mientras le
abrazaba.-Además tienes el candidato perfecto.-miró del reojo al desconocido
que había conocido aquella noche.-El ha sido quien me ha pedido que te lo
entregará.
-Gracias.-le
besó en ambas mejillas.
Una
vez finalizada esta entrega se encaminó hacia aquel hombre, y lo besó, lo besó
como jamás había besado a nadie. Y fue feliz, pese a que una sensación rara
sintió en su interior al mirar aquellos ojos negros. Era como si fuese capaz de
desnudarle el alma.
Finalizado
el convite se despidieron con un largo beso con la promesa de que muy pronto se
volverían a ver.
Emocionada,
decidió creer en su propio nombre, en que aún existía esperanza para el amor,
por lo que relajada tomó el ramo de boda entre sus brazos quedándose dormida
con el aroma de las flores.
No
sabía si era real o soñaba, pero se notó entrando en una iglesia completamente
vestida de blanco. Fue recorriendo las bancas hasta el altar sin necesidad de
andar, se sintió como si flotará, quizás fuese la sensación de ver al
desconocido de la boda esperándole con una sonrisa en los labios para casarse
con ella.
Lo
que no entendía porque su vista se clavaba en el techo en lugar de ir mirando
al frente en busca de su enamorado. Logró desviar la mirada hacia los invitados
que para su sorpresa no vestían de gala sino con ropas oscuras y semblantes
funestos. Sin embargo le daba igual, se sentía feliz.
Una
vez sobre altar sintió pavor, porque el hombre que le esperaba no era el
extraño de la boda de su prima, sino su ex, quien le entregó un ramo de flores
marchitos antes de cerrar la tapa del ataúd que le había transportado…
Quiso
despertar de la pesadilla, pero solo entonces comprendió el suceso. Cuando le
abandonó su antigua pareja no fue un día cualquiera sino el mismo día de su
boda, con un mensaje al móvil donde le confesaba su infidelidad y el abandono
de su relación. Frustrada por la confesión decidió acabar con todo. Aún vestida
de novia se tomó un tubo de pastillas para acabar con su vida, mientras sobre
la mesa de noche de su habitación se marchitaba un ramo de novia…
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