Hay adicciones de toda clase, desde quien se engancha a las drogas, a las tragaperras, a la lectura, o hay quienes no son capaces de separarse de su teléfono móvil como si de un ser vivo se tratase. Sin duda hay adicciones para todos los gustos, incluso hay quienes somos adictos al fracaso. Tal como lo oyen. No se lleven las manos a la cabeza, existimos, no somos un producto de ficción.
Muchos se preguntarán cual es el motivo de mi adicción al fracaso, y yo gustosamente le responderé. Mi adicción al fracaso viene de la mano de otra adicción, la literatura, o más concretamente a escribir historias que no le interesan a nadie. ¿Y sabéis que pasa cuando se une ambas adicciones? Pues que acabo autopublicando libros que sé a la perfección que serán un fracaso. Sin duda, muchos se habrán dado cuenta de que en muchas ocasiones quienes nos autopublicamos lo hacemos porque ninguna editorial apuesta por nuestros escritos por un simple motivo: son malos. Aún así nuestra adicción al fracaso nos lleva a corregirlos, maquetarlos, buscarle en una portada en un afán supremo de inyectarnos nuestra dosis de perdición, porque sin duda eso es la literatura para quienes no gozamos del éxito, nuestra perdición. Lloramos, nos frustamos, e incluso nos planteamos entregar los teclados para garantizar el alto el fuego de las obras deplorables.

Seguimos en la yesca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario