Para quienes pensaba que me había olvidado de los lectores del blog se equivocan, me gustaría poder dedicarle más tiempo pero como ya os comenté el poco tiempo del que dispongo en estos momentos lo dedicó a mi nueva obra de la que os daré detalles más adelante para que la vayáis conociendo, sin embargo he pensado que para recompesar vuestra paciencia con este escritor fracasado os dedicó este relato para que lo disfrutéis tanto como yo en escribirla:
El
sol pegaba con fuerza sobre nuestras cabezas mientras mi amigo luchaba por
transportarme sobre sus hombros por las ardientes dunas del desierto. Hacía dos
días que me había partido la pierna cuando me caí desde lo alto de una duna y
fue a parar contra un grupo de afiladas rocas. La principal pregunta que os
haréis debe ser que narices hacíamos dos occidentales desacostumbrado a las
altas temperaturas, sin nin puñetera idea de superviviencia. Pues dejadme que
os explique:
Tanto
Manuel como yo somos ingenieros de la compañía petrolifera Pretodol Company, y
no es de dudar que fuesemos enviados a hacer una serie de estudios a Irak para
medir sobre el terreno las posibilidades de colocar un pozo petrolifero en
medio del desierto. No había nada de extraño en aquello, pero el hecho de ir
hacia un lugar donde la violencia se hacía sentir a flor de piel en cada rincón
de un país castigado por los designios de una guerra, me hicieron sentir especialmente
inquieta durante todo el viaje.
A
esta inquietud inicial por este trabajo, había que añadir la incomodidad de
viajar junto a Manuel, y no me refiero a que mi compañero fuese una mala
persona, muy al contrario, una lindisima persona que demuestra dedicación hacia
los demás, pero hacía menos de dos semanas habíamos decidido abandonar aquella
idea de continuar siendo pareja. Habíamos sido estupendo amigos, pero a nivel
amoroso, yo no me sentía capaz de sentir algo más allá aparte de amistad. Es de
deducir que el ambiente entre ambos estaba enrarecidos.
Así y
con estas, él no dudó en protegerme cuando un grupo de exaltados nos atacaron
en mitad de un estudio sobre la profundidad de la tierras del desierto.
Llegaron armados de pistolas y cuchillos profiriendo gritos exaltados que solo
fueron cortados por el traquetear de los disparos. Nuestra compañía de manera
ilusa había pensado que no era necesario contratar seguridad privada, por lo
que parte de nuestro equipo había caído muerto a manos de aquellos violentos.
Yo gracias a Manuel conseguí salvarme al ocultarnos tras lanzarnos de manera
poco convencional tras una enorme duna que les impedía vernos.
Para
nuestra desgracia comprobamos que cuando se habían ido se habían encargado de
quemarnos los coches con los que habíamos accedido, por lo que nos veíamos en
medio del desierto sin forma alguna de alcanzar la civilización sino era
caminando, cosa que no podía hacer, puesto que me había roto la pierna, pues un
fuerte dolor me atenazaba. Había caído de manera forma haciendo romper la tibia
y el perone.
Pensé
que aquella era mi muerte, pues en mitad del desierto, sin forma de
comunicarme, solo podía esperar que las alimañas vienesen a devorar mi cuerpo
maltrecho, sin embargo, Manuel usando todas sus fuerzas me cargó sobre sus
hombros.
Son
ya casi tres días los que llevamos en medio de la nada, sin comida, ni una gota
de agua que llevarnos a la boca, aún así Manuel sigue cargándome sobre sus
hombros con paso lento pero decidido, pese a mis protestas de que me abandone,
que tras romperle el corazón no merezco nada más que su indiferencia, pero
siempre me responde de la misma forma:
-Ante
todo lo que somos es amigo, y yo a los amigos nunca los abandonó.
Lloró
emocionada como una niña pequeña incapaz de volver a replicar al menos durante
un rato. No se si yo hubiese sido capaz de haberme mantenido tan fiel a una
amistad como él tras haber roto, porque se de muy buena tinta que él me ama.
Aquí acostada durante la noche meditó cual sería la mejor forma de devolverle
el favor que me está haciendo al portarme sobre sus hombros reduciendo así las
posibilidades de salvar su vida, y la única forma de agradecerle su generosidad
no es otra cosa que alejarme aunque sea arrastra durante la noche para que él
tenga más posibilidades de vivir, conmigo colgando solo se consigue una muerte
segura.
Así
que en cuanto he visto que se ha quedado profundamente dormido, he usado todas
las fuerzas que me quedan para alejarme el máximo posible de su lado, aunque no
sin antes escribirle una nota sobre la arena, en la que le pido que no me
busque, que si realmente es mi amigo, se salve él que puede, pues se salvará,
pues para entonces yo estaré en el cielo protegiéndole. No puedo alejarme sin
darle un beso en la mejilla y desearle siempre lo mejor, porque para eso él
fue, mi mejor amigo.
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