Hoy
en día todo el mundo vive pendiente al móvil, nadie me lo podrá negar. Somos
los súbditos de la tecnología imperante, pero lo peor de todo es que nos
creemos felices por ello cuando realmente pensamos que estos aparatos del
diablo solo nos pueden traer buenas nuevas mientras que en la mayoría de las
ocasiones no son más que cuervos del mal agüero. Tal vez no me creáis, pero yo
sé de lo que habló, sino oírme.
Hace
pocos días mi rutina transcurría de forma apacible, es decir vacía, pues pese a
que hoy en día tenemos todo, al menos en lo que a cosas materiales se refieren,
somos inocuos, nuestras almas no contienen nada. Pues tal como iba diciendo
andaba manoseando el teléfono móvil cuando de repente este mismo sonó
anunciando una llamada. Apenas tuve tiempo de mirar el número pues mis dedos de
forma inconsciente habían descolgado.
-Si dígame.-dije
en tono jovial.
-Enrique...ha
ocurrido...-la voz sonaba entrecortada por lo que apenas podía distinguir su
emisor.
-Un
momento, ¿quién eres?-quise saber.
-Soy
yo Silvia...-el tono delataba preocupación.
-Dime
Silvia, ¿sucede algo?
-Lorenzo...ha...ha
muerto.-logró articular entre sollozos.
No se
cuánto tiempo me quedé bloqueado en silencio sin tan siquiera ser capaz de
respirar.
-¿Qué
ha sucedido?
-Iba
cruzando un paso de peatones mientras escribía un mensaje por el teléfono,
cuando de repente un desaprensivo se lo ha llevado por delante.-logró decir de
un tirón.
Después
de varias frases de consuelo, “era muy joven aún”, “No sabemos cuanto llegará
nuestro fin”, quedé en recoger a mi amiga en su casa para acudir al tanatorio.
Bajó vestida completamente de negro mientras entre sus manos llevaba un teléfono
al parecer escribiendo mensajes con otros amigos nuestros que ya estaban en el
lugar. No habló y tan solo me estampó dos besos al montarse, el resto del tiempo lo pasó en silencio
pendiente del sonido del móvil con aquel característico sonido cuando llega un
mensaje.
Una
vez en la sala donde todo el mundo velaba el cuerpo intercambié con un par de
conocidos más un par de palabras de condolencia, mientras que mostré mis
condolencias a su familia. Pese a que el motivo de aquella macabra reunión era
la muerte de Lorenzo, nadie parecía pendiente de él a excepción de sus
familiares más allegados, el resto de los presentes, nos dedicábamos
simplemente en un silencio respetuoso a centrarnos cada uno en nuestros
móviles.
Quizás
la mirada de reproche de la madre del fallecido me hizo guardar mi teléfono,
pero no tardé mucho en tenerlo en el bolsillo al volverme a sonar anunciando la
llegada de un mensaje:
“Estáis
todos pero ninguno os habéis fijado en mi. Huis de la muerte” Procedente de
Lorenzo.
Si
aquello era una broma me parecía de lo más macabra, por lo que no tardé en
hablar a través de la mensajería instantánea del teléfono con el resto de mis
amigos para reprochar que alguno de ellos hubiese hecho uso del teléfono del
fallecido para escribirme. La respuesta inmediata (habló siempre a través de
este aparato tecnológico de Satanás) es que si me estaba volviendo loco.
“No
preguntes al resto y fíjate en mi. Tengo un último mensaje que deciros pero que
no puede ser a través del móvil” Procedente de Lorenzo.
Esperando
ser víctima de algún tipo de susto de alguien con poca consideración hacia el
fallecido, me acerqué al cristal donde se exponía el cuerpo de mi amigo. Estaba
rígido, con el rostro contraído como si estuviese enfadado, o al menos aquella
era mi impresión. Sin embargo nada me llamó la atención en él como para pensar
que me fuese a decir nada. Era como el resto de los muertos.
“Tan
poco observador como siempre. Fíjate en el bolsillo de mi camisa”
procedente de Lorenzo.
Vi
como asomaba un papel de su bolsillo izquierdo de la camisa blanca con la que
lo habían vestido. Impulsado por una sensación extraña me lancé hacia la puerta
donde se exponía mi amigo si del escaparate de una tienda de ropa se tratase.
-Nos
quiere decir algo.- dije en voz demasiado alta en lo que había sido un
pensamiento para mi.
Trataron
de detenerme pero logré entrar hasta al lado del féretro. Lo besé en la mejilla
antes de tomar el mensaje que me había dejado.
“Apaga el móvil, la
vida se os escapa sin vivirla. Tempus Fugit, Carpe Diem”
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