Entre los blogger del mundo, quizás sea yo el más descastados de todos, pero han surgido mil peripecias antes de que yo pudiese escribir una nueva entrada (falta de inspiración, y sobre todo un teclado del ordenador que había optado por desertar, o al menos algunas de sus letras), sin embargo aquí, estoy tanto para los que me quieren leer, como para los que se frotaban las manos con mi deserción, así soy de cansino...
Pero no he venido hablaros de mis avatares, sino porque hoy echando la vista atrás, y tras una charla sobre literatura fantástica, he recordado mis lecturas de cuando era adolescente. Puedo decir con orgullo que aprendí amar la fantasía a través de Dragonlance, tanto por el juego de rol, con el que me inicié en el mundo friki, como con sus libros. Habrá quienes me critiquen por elogiar una literatura con un lenguaje muy básico, o más corto que un suspiro, por su idea comercial de la literatura (cuando en mitad de un libro te hacían referencia a otro de la saga para completar la historia), etc.
No niego las deficiencias de la saga, pero libros más elaborados no me dejaron jamás esa impronta. Aún a fecha de hoy puedo decir la mayor parte de los personajes que en ella aparecían, así como sus principales carasterísticas personales: Tanis, el semielfo, traumatizado y indeciso entre dos amores, el de Kitiara, la mercenaria, y la dulce Laurana, o otros más épicos como el honorable caballero Sturm, o el siempre entrañable kender cleptómano Taslehof...No soy los libros me dieron buenos ratos, aún puedo recordar las partidas de horas de las tardes de otoño en un local al que proclamamos "El último Hogar"...
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