Cuando Eutimio encontró la clave secreta de su padre para poder pilotar el platillo volante, jamás dedujo que aquel día cambiaría su vida. Como todos los extraterrestre de su edad, Eutimio, se acababa de sacar el carne de conducir, y si algo deseaba sobre todas las cosas era probar la velocidad luz del vehículo espacial familiar con la L de novatos puesta en un lateral.
Las cosas no empezaron también como se esperaba pues a mitad de camino entre el planeta Corrupland y el suyo Pajator le detuvo una pareja de la Guardia Civil interestelar. Uno de los agentes que lo miró con mala cara, le inquirió si había bebido esos chupitos mágicos que tan de moda estaba entre los jóvenes, a lo que no tuvo otra opción que contestar que si. Lo hicieron bajar de un coche y comer una manzana, si era capaz de vomitarla antes de tres minutos podría continuar su marcha, pero lejos de expulsarla de su cuerpo, la fruta le hizo sentir de maravilla. Tan de maravilla que interpretó una obra de teatro acerca de una dragona encerrada en una torre que debía de ser liberada por una casa parlante...
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