“Nunca los héroes
fueron quienes glosaron sus propias hazañas, fueron más bien los bardos y
juglares quienes encumbraron sus gestas “fueron estas las palabras del sin par
Manuel Francisco de la Expiración Montiel Jiménez, más conocido entre sus pares
por la abreviación de su primer apellido “Er Monti, cuando contactó conmigo. Se
dirigió a mi desde la humildad, justo como lo hacen los grandes. No fueron
necesarios aspaviento ni aliteraciones inútiles, simplemente usó una sencilla
frase para convencerme: “Te necesito”. Ante tal alarde de modestia es imposible
negarse a cualquier petición. Si en aquel momento me hubiese pedido marchar
hacia el infierno armado con un disco de los Pecos lo habría hecho sin dudar.
Me aproximé a su
historia a pecho descubierto, sin más armas que la fe, una fe basada en una
antigua amistad. Monti y yo fuimos amigos durante nuestra juventud,
confidencias, buenos caldos de Jerez y una confianza a prueba de bombas nos
había hecho amigos hasta que las musas, o más bien los lectores, me premiaron
la fama. En el momento en que las editoriales me reclamaron más a menudo para
firmar contratos, me tuve que trasladar a Madrid. Fue la distancia, esa
despótica ramera, quien enfrió nuestra relación. Pese a todo jamás tendría
motivos para desconfiar de su palabra. Si me hubiese contado que Dios había
bajado a la tierra a ponerle los cordones lo habría creído. Monti siempre había
sido un hombre honesto y sincero.
No existe el
reconocimiento sin antes haber tenido que hacer sacrificios. En este caso no
fue otro que revelar su identidad secreta desde las líneas de este relato.
Cuando se sabe quién es un héroe se deja de formar parte de ser leyenda para
convertirse en un cuento popular. Durante la trascripción de esta historia hubo
risas, no faltaron las lágrimas, las confidencias, los silencios que llenan más
espacio que millares de palabras, y sobre todo grandes raciones de confianza.
No se puede glosar una buena historia de héroes, o como es el caso, de un
superhéroe, si no te crees de la misa la mitad, así de sencillo. Además, los
superhéroes son como las cebollas, si no les quitas las primeras capas solo te
quedas con las superficie, es decir con las luces del héroe, y nunca con sus
sombras, pero sobre todo sin su persona, pues no lo olviden, debajo de las
mallas de cualquier ser con superpoderes suele estar una persona con
sentimientos.
Ha sido una labor
ardua. Fueron necesarias largas sesiones de trabajo en mi despacho desgranando
al superhéroe y a la persona. Pasé semanas en mi despacho haciendo una labor de
relojero para escribir una historia a la altura de Monti; horas de entrevistas y otras tantas de documentación,
sin esta última la narración hubiese quedado lisiada. Aunque si fue duro para
mi, más duro fue para mi amigo: yo solo me encargué de narrar una historia, el
tuvo que desnudar su alma.
Antes de dar paso
al superhéroe me toca haceros una pequeña narración. En toda esta empresa me he
permitido una licencia literaria: narrar la historia en primera personas
(excepto en aquellos casos donde nuestro protagonista no estuvo presente, entre
sus cualidades nunca llegó a estar el don de la bilocación). Ha sido por una
razón clara, no se vive igual las historias cuando se ven desde los ojos de un
narrador ajeno a la trama. El dramatismo de muchas de sus escenas hubiese
resultado frío, (sin olvidar que a ojos de mi editora habría resultado mucho
menos comercial).
No divagaré más
hablando sobre mí, pese al egocentrismo propio de la raza literaria. Ha llegado
la hora de hablar de Otro. Ha llegado el tiempo de los héroes, o mejor dicho,
de los superhéroes de provincias. Ha llegado el momento de FrikGamen
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