Oferta de trabajo:
Prestigiosa empresa de Física precisa de personal
para cubrir una vacante como viajera/o temporal. Si lo que buscas es un trabajo
a tiempo parcial, te gustan las emociones fuertes y un ambiente de trabajo
diferente, esta es tu oportunidad. No requiere de experiencia previa ni
formación académica.
Ya puedes enviar tu curriculum vitae y contarnos
porqué deberías de trabajar con nosotres al correo electrónico: vacanteviajestemporales@elrelojinfinito.org
La selección se hará mediante entrevista.
—Bienvenido, caballero. No sea tímido. Siéntese.
—Disculpe hace mucho tiempo que no acudía a una
entrevista de trabajo.
—¿Podría decirnos su nombre?
—Abel López Avellán.
—¿Edad?
—Cincuenta y…dos años…pero…perdonen…en el anuncio no
decía nada acerca de la edad…
—No se preocupe, hombre. Nosotros no rechazamos a
nadie por su edad. Es tan sólo para conocer mejor a nuestros candidatos y
candidatas.
—Me había preocupado. En las últimas entrevistas de
trabajo a las que fui me invitaron a salir nada más conocer mi edad.
Normalmente prefieren gente joven.
—No es este el caso…
—No sabe cuánto me alivia. Ser cincuentón y amo de
casa no suele estar muy bien visto por la mayoría de empresas…
—Siguiente pregunta. ¿Qué espera de este trabajo?
—Más allá de poder meter un poco de dinero en casa,
me gustaría…mejor no se lo digo…se va usted a reír de mí.
—Por favor, no sea tímido. Cuéntenos.
—Me gustaría poder viajar en algún momento a 2014.
—¿Cuál es el motivo?
—Me gustaría evitar que Sergio Ramos marcase el gol
del empate en la final de Lisboa. No sabes la tabarra que me sigue dando mi
cuñado con el tema. Que si los atléticos no estamos hechos para ganar, que si
somos unos llorones, que si somos unos pupas. Y me repatea. Si pudiera cambiar
ese momento sería el hombre más feliz del mundo. ¿Me entienden? De algún equipo
serán, ¿no? ¡¿O me van a decir que son también del Madrid?!
—Cálmese, caballero. No es necesario que nos grite.
Le oímos igual de bien en un tono más bajo de voz.
—Perdón. Pero es acordarme y ponerme nervioso.
—Empatizamos con su emoción, aunque no compartamos
su gusto por el fútbol.
—¡No me diga por favor nada relacionado con empatar
que me pongo de los nervios!
(Pasan unos segundos de silencio)
—¿Entonces estoy contratado?
—Aún no, señor. Nos gustaría entrevistar antes al
resto de candidatos y candidatas que aún esperan su oportunidad para valorar
quien se adecua mejor al puesto.
—¿Necesitan saber algo más?
—No. Ya contamos con la información necesaria.
—De acuerdo.
—Si es tan amable puede salir por esa puerta.
Gracias por su tiempo. Ya lo llamaremos.
(Abel López Avellán descartado.
Demasiado visceral. Pondría en riesgo cualquier misión).
—¿No me digan que les ha parecido mal que me siente
sin que me digan nada?
—Para nada. Nos gusta que nuestro personal muestre
iniciativa.
—¿Saben algo que no aguanto? Los jefes que se
encargan constantemente de demostrarte que estás por debajo suya. Es más, me
llegan a decir que les ha molestado que me siente sin su permiso y los mando
inmediatamente a la mierda…
—No es ese nuestro caso. Apostamos por el trabajo
horizontal. Cada miembro de esta empresa es un engranaje tan importante como
otro. Funcionamos mejor aportando entre todes…
—Que sí, que sí. Todo muy bonito, pero luego a la
hora de la verdad, bien que tiráis de jerarquías. ¿Cuándo podría empezar?
—Paciencia. Necesitamos hacerle una serie de
preguntas para saber si su perfil encaja con aquello que buscamos.
—Pues pregunta.
—¿Cuál es su nombre?
—Jota.
—¿Jota? ¿Así a secas? ¿Nada más?
—Sí. ¡¿No le vale cómo nombre?!
—Por supuesto que nos vale como nombre. No tenemos
ningún impedimento en dirigirnos a usted como Jota, pero debe comprender que si
llegamos a contratarla necesitaremos su nombre, digamos, legal.
—Ja..Jacinta Puentes Ríos…¡Pero cómo se atrevan a
dirigirse a mí de esa forma o a decir
algo acerca del nombre les juro que tendremos problemas!
—No se preocupe, Jota. ¿Edad?
—La suficiente como para aceptar un trabajo. ¿Les
vale con eso?
—Perfecto. Y ahora díganos, ¿qué espera de este
trabajo?
—Poder viajar en el tiempo. ¿O es una mentira que
han anunciado para captarnos?
—No es ninguna mentira. Somos una empresa seria como
podrá comprobar si acaba trabajando con nosotres.
—Tendré que creérmelo…
—¿Y para qué exactamente quiere viajar en el tiempo?
—Quiero matar a Hitler.
—¿Lo dice en serio?
—¿Y por qué no lo iba a decir en serio? ¿Me ven cara
de loca?
—En ningún momento hemos dicho eso…
—¿Entonces por qué me miran así? ¿Acaso son nazi?
—Por supuesto que no. Nosotres creemos en las
libertades. Nuestras caras de asombro son porque no sé si es consciente de lo
que implica modificar la Historia.
—¡Oigan, que no soy tonta!¡Ya sé que lo dicen por
las paradojas temporales y todas esas mierdas científicas! ¿Pero acaso no
merece el mundo devolver la mirada atrás y no ver a gente como Hitler?
—No es la misión de esta empresa modificar la
Historia sino más bien contemplarla con exactitud mediante los viajes en el
tiempo. Además, ¿crees que matando a Hitler acabarías con la maldad del mundo?
—¡Claro que no! Por eso me he hecho está lista para
acabar con todos los conquistadores de la Historia. Dejen que les lea:
Hannibal, Julio Cesár, Pizarro…
—Suficiente. Le hemos entendido a la perfección.
—Entonces no les valgo como empleada, ¿me equivoco?
—Lo sentimos. No cumple con el perfil.
—Al menos no podrá decir mi madre que no he
intentado encontrar trabajo…
Jacinta Puentes Ríos:
autodescartada.
—Buenos días. Siéntese.
—No
se preocupe. Me quedó mejor de pie. Conozco a la perfección como funcionan las
empresas de viajes temporales y por paradójico que resulten no disponen de
mucho tiempo. Así que si lo prefieren le voy dando mis datos.
—Me
parece perfecto.
—Mi
nombre es Lidia Sánchez Díaz. Tengo treinta y cuatro años. Soy licenciada en
Historia por la Universidad de Cádiz y el motivo por el que me presento a esta
selección de personal no es otra que un afán académico y pedagógico. Creo que
la Historia ha de ser vista y expuesta con la mayor rigurosidad posible sin
contaminación de elementos ajenos.
—Déjeme
admitirle que me ha dejado sorprendida. Hasta ahora nadie había expuesto los
motivos para ser contratado con tanta vehemencia como lo ha hecho usted.
Permítame felicitarle. El puesto es suyo.
—Me
parece genial, pero a riesgo de ser grosero me gustaría conocer las condiciones
laborales…
—Está
en todo su derecho de saberlas. La
jornada laboral es de cuarenta horas semanales…
—¿Pero
esas cuarentas horas son reales?
—No
le acabo de entender.
—Pueden
ser cuarenta horas que paso de expedición por otras zonas temporales o sólo
contar las transcurridas desde mi marcha a otro punto temporal hasta mi regreso
a la época actual.
—Esas
cuarentas horas son computables desde que usted sale de misión hasta que
regresa. Más o menos por viaje nuestros técnicos vienen a tardar una hora.
—Me
temía que sería así. ¿Y de sueldo? ¿De cuánto estamos hablando?
—El
salario mínimo interprofesional.
—Bueno…
—¿Le
parece escaso? Tengan en cuenta que no es un trabajo que requiera un gran
desgaste físico. ¿Tiene alguna cuestión más?
—Sí,
una última. ¿Dais de alta en la seguridad social?
—No.
Eso debe hacerlo usted mismo. El contrato que le ofrecemos es como autónomo del
que hacemos uso.
—¡No
sé porque me sospechaba que sería así!¡Como el resto de empresas de este tipo!
—¿Entonces
no está interesada en el puesto?
—No.
Ya tengo la suficiente experiencia en el sector como para volver a trabajar de
forma precaria. Y déjeme que les de un consejo: Analicen menos el pasado y
dedíquense a solventar el presente dando puestos de trabajos dignos. Hasta
otra.
Lidia Sánchez Díaz: hubiese sido la candidata ideal de no
ser por una nimiedad: quería derechos laborales dignos.