“Hasta
ahora no me había atrevido a proponerte una cosa. He preferido ser prudente
antes de lanzarme, pero llegado este momento creo que podríamos quedar y
conocernos en persona. ¿Te apetece?”
Acababa
de regresar del trabajo cuando leí este mensaje tras conectarme al juego.
Estaba firmado por Sacamantecas y añadía una dirección. No negaré que me emocionó.
Me alegro saber que también él tenía ganas de conocerme, de intercambiar unas
palabras en persona. Cogí las llaves del coche dispuesta a acudir a la cita,
aunque una vez en la puerta de casa la razón quiso imponerse a la exaltación
del momento.
¿Cómo
podía ser tan confiada? ¿Cómo me atrevía a ir a casa de un desconocido tan a la
ligera?, pensé. En realidad, yo antes tuve la intención de quedar con él, pero
en un lugar más seguro, quizás en un bar concurrido o en alguna plaza de Cádiz,
no en su propio terreno. “¿Y si fuese un violador? Puedes llevarte media vida
hablando con alguien a través de internet, pero eso no significa que lo
conozcas realmente. Es más, ni tan siquiera viviendo con alguien acabas de
conocerle. Mi mayor ejemplo, el caso de mi ex...
Aun
así tuve muchísimas ganas de conocer a Nacho. Siempre me dio la impresión de
hablar con un alma gemela: una persona con un punto melancólico, ciertamente
desencantada del amor y deseosa de buscar consuelo en una amistad...
¿Y
si sucedía algo? Quedaría como la pardilla de la historia. Una inspectora de la
policía, criminóloga para más señas, no podía permitirse errores. Mi reputación
tanto personal como profesional se verían fuertemente perjudicada...Sin embargo
minutos más tarde me vi merodeando por la zona. La curiosidad acabó por
imponerse a la razón, aunque me había prometido a mi misma no subir al piso de
Nacho bajo ningún concepto.
Quiso
el destino que mientras estudiaba con ojo policial el lugar alguien golpease el
cristal de mi lado del coche. Me llevé la mano al pecho por la impresión. Tan
ensimismada estuve que no vi acercarse a aquel hombre a mi vehículo.
—¿Desea
algo? —pregunté una vez recuperada del susto sin bajar la ventanilla.
—¿Némesis?
—¿Perdón?
—Disculpa,
muchas veces me cuesta recordar los nombres reales. ¿Águeda?
—Soy
yo—contesté intrigada.
Lo
miré de arriba abajo antes de darme cuenta de quien se trataba. Me había
llamado por mi nick.
—¿Nacho?
—Quien
viste y calza. O Sacamantecas, como te resulte más sencillo—me sonrió mientras
bajé el cristal. —No pensé que vendrías.
Yo
tampoco, pensé para mi misma mientras no dejaba de sonreír como una estúpida.
—Aquí
me tienes.
Lo
observé con detenimiento. En persona lo encontré mucho más gordo que a través
de la webcam. Un sobrepeso posiblemente debido a una ingesta continuada de
grasas y al sedentarismo. La mayor parte de su tiempo debía de pasarlo sentado
frente a su ordenador. Su rostro era más bien vulgar tirando a feo. Un acné
adolescente mal cuidado le había dejado la cara repleta de agujeros. Además,
parecía más mayor de la edad que decía tener.
No
negaré que aquella primera impresión fue decepcionante. En mi mente se había
creado un héroe a la altura de su personaje de internet. Nuestra mente quiere
crear belleza donde no existe. Había sido un tanto ilusa al creer que sentiría
un flechazo nada más verlo.
—¿No
piensas bajar del coche? Puede que este gordo, pero de momento no me he comido
a nadie—bromeó. Al menos tenía sentido del humor y era capaz de reírse de si
mismo. —Aparca, ¿o piensas subir a mi casa con coche y todo?
—Si
no fuese mucha molestia preferiría ir a tomar algo a otro lugar. Se me apetece
que me dé un poco el aire—puse como pretexto.
Quizás
no se convertiría en mi pareja, pero al menos podría tenerlo como amigo.
—Como
prefieras. ¿Dónde te apetece ir?
—Elige
tú, yo apenas conozco Cádiz.
—¿Podría
ser un lugar diferente a Cádiz? No me gusta esta ciudad—admitió. —Aunque no es
necesario si no te apetece.
—Sube—le
invité. —Podemos ir a un centro comercial de San Fernando a tomar algo.
Reconozco
que quizás me confié, pero no tenía pinta de los acosadores de internet,
simplemente era un friki enganchado a los juegos de ordenador y a las series.
Además, me había encargado de examinarlo visualmente en busca de posibles
armas, algo que rápidamente quedó descartado.
—Gracias.
Entusiasmado
se subió en el coche. Me endosó dos besos en cada mejilla que me dejaron
marcas. Durante el trayecto apenas hablé. Nacho se encargó de monopolizar la
conversación dando detalles sobre como había logrado alcanzar un nivel tan alto
en el juego donde lo conocí.
—Y
además de jugar y ver series, ¿a qué te dedicas? —me interesé mientras tomamos
el refresco.
—De
momento a poco. Estoy esperando a ver si me sale algo como diseñador gráfico.
—¿Eres
diseñador gráfico?
—Bueno...no
se me da mal, aunque no cuento con título oficial. Si eres bueno no lo
necesitas.
—Aún
así sin titulación es complicado que te contraten—apostillé. —¿No has pensado
nunca en hacer un ciclo formativo o inscribirte en la universidad?
—No
tengo dinero.
—¿Pero
tu familia podría ayudarte?
—Mi
madre apenas tiene para mantenernos a los dos—reconoció con voz apagada.
—¿Y
tu padre?
—Tan
siquiera conozco a ese hijoputa. Nos abandonó a mi madre y a mi cuando yo tenía
dos años—había rabia en sus palabras al hablar de su progenitor. —Aunque suene
a chiste se fue literalmente por tabaco y no volvió—mantuvo el tono serio,
aunque casi no pude evitar reírme. Me había sonado a broma.
—Quizás
no debí preguntar eso. Lo siento, no pretendía hurgar en tus heridas—le posé la
mano en el hombro al ver como mantenía el gesto compungido.
—No
te preocupes, no es culpa tuya. Es más, yo no sería quien soy sino fuese por
esas cosas. —sonrió tristemente—Solo hablamos de mí. Ahora te toca a ti.
—Sabes
casi todo de mí. Hemos hablado mucho durante este tiempo.
—Lo
sé, aunque no entiendo porque una chica, si me lo permites, tan guapa, se viene
al culo del mundo a trabajar.
—Circunstancias
personales—resolví ruborizada.
—Eres
bastante reservada—apuntó sin dejar de sonreír. —Aun así yo te he hablado de mi
padre. —me chantajeó emocionalmente con aquel apunte. Era cierto, él no había
tenido ningún pudor en hablarme de su familia.
—Quería
poner tierra de por medio tras una ruptura sentimental. Mi pareja me engañó—la
voz me falló. Llevaba meses sin hablar del tema, y al parecer la herida aún no
había cicatrizado como era debido. —Rompí con todo. Seguir en mi tierra suponía
tener vivo su recuerdo. Decidí liarme la manta a la cabeza y alejarme de mi
tierra, mi familia, mis amistades...no pretendo aburrirte.
—Al
contrario. Te entiendo perfectamente—posó su mano sobre la mía con intención de
darme ánimos, o al menos así quise entenderlo. —A diferencia de tu situación yo
no pude hacer nada por alejarme. Era imposible. Esa es una de las razones por
las que apena salgo. Cádiz aún me recuerda a su traición—me miró con
intensidad.
Fue
entonces cuando descubrí el brillo de unos ojos, que pese a ser pequeños, eran
de un verde mar precioso.
—¡Estamos
apañado! —aparté la mano un tanto incómoda. —Somos dos apestados del amor.
—bromeé.
—Pues
no entiendo por qué. Eres una chica muy divertida además de guapa. Seguro que
ya te han entrado más de uno—dijo en tono de chanza.
—Yo
tampoco salgo mucho. Apenas conozco a nadie aquí.
—Ya
me conoces a mí.
—Cierto.
—Y
cambiando de tema—si dio cuenta de que me empezaba a sentir incomoda. Nunca he
sido mucho de tratar sobre temas amorosos con nadie, tan siquiera con mis
amigas. —¿Eres tú la criminóloga encargada del caso del decapitado de la
Caleta?
—Eso
es información confidencial.
—¡Venga
ya! No creo que haya muchos criminólogos en Cádiz. —se rio mientras lo decía.
—Además no voy a ir contando nada por ahí, no tengo a quien.
—Sí,
soy la encargada. —admití. —Pero aún queda mucho por investigar. Estamos con
las primeras pesquisas. Por cierto, me gustaría conocer tu opinión.
—Impactante
cuanto menos.
—No
me refiero a eso. No sé si has leído las opiniones del diario de Cádiz.
—¿Sobre
qué era un policía corrupto? —afirmé con la cabeza a su pregunta. —A nadie le
sorprende. Media ciudad lo sabía y la otra media lo sospechaba. Tarde o
temprano terminaría así o peor.
—¿Lo
ves como algo normal?
—No,
ni mucho menos, pero si alguien juega con fuego acaba quemándose, más siendo un
policía cuya obligación es velar porque esas drogas no lleguen a la
circulación—opinó.
—Visto
de ese modo—admití. —Creo que va siendo hora de marcharse. —miré el reloj.
—Camarero la cuenta.
Observé
durante unos momentos a Nacho como rebuscaba en sus bolsillos como si no
acabase de encontrar algo.
—¿Sucede
algo?
—Me
da mucho palo, pero me acabo de dar cuenta de que no traigo dinero suficiente
para el refresco, si me lo prestas otro día sin falta te lo devuelvo.
—No
te preocupes, yo te invitó—le sonreí. —Si quieres otro día me invitas tu.
—añadí ante su cara de apuro.
Lo
lleve hasta su casa con la promesa de que quedaríamos otro día para seguir
charlando. Quizás no había encontrado un hombre para olvidar a mi ex, pero si
al menos un amigo con quien compartir mis preocupaciones.