CAPÍTULO
14
Tal
como había pronosticado el comisario, la noticia de la muerte del delantero
estrella del equipo de fútbol provocó una gran conmoción en la ciudad. Hubo
llantos, hubo manifestaciones que incluso pidieron la suspensión del partido a
escasas horas del comienzo, hubo gritos, y lo peor, en mi caso, era que alguien
de la policía había filtrado la noticia a la prensa.
Reconozco
que usé a los agentes presentes en el estadio como cabeza de turco de mi ira.
Me había levantado aquel domingo de un humor de perro y necesitaba desfogar
toda aquella rabia en algo. No obstante, mi bronca no duró mucho, el comisario
entró en la sala de juntas haciendo salir a todos los presentes, excepto a mí:
—No
te servirá de nada acumular tanto estrés. Relájate. No puedes enfadarte por la filtración,
tarde o temprano el asesinato saldría a la luz—me tomó por los hombros. —Además
esa rabia creo que tiene más que ver con ese golpe en la cara. ¿Podrías decirme
cómo ha sucedido?
—Un
pequeño accidente doméstico—bajé la mirada.
—¡Y
una mierda! Eso no lo provoca un accidente—exclamó. —No sabes mentir Águeda.
Traté
de no llorar, de no mostrarme débil, pero el sentimiento de desazón era más
grande que mi fortaleza. No hubo necesidad de palabras para que Paco me
abrazase contra sí.
—¿Dime
quien te ha hecho esto?
—No
tiene importancia—gimoteé contra su pecho.
—Quiero
ahora mismo el nombre del cabrón que te lo ha hecho—insistió.
—No
fue queriendo...él no quiso hacerlo…solo...que...—las lágrimas me impedían
hablar con claridad.
—Si
es tu novio haces mal en justificarlo. Deberías de denunciarlo.
—Fue
por mi culpa, yo le he fallado...no fui sincera con él—me sequé las lágrimas.
—Nadie
tiene derecho a pegar a nadie por ningún motivo—argumentó. —Dime dónde vive y
su nombre. A ese le va a caer un paquete de los gordos.
No
fui capaz de contestarle en un primer momento. Me mantuve en silencio tratando
de controlar mi llanto.
—Creo
que deberíamos ponernos a trabajar—me sequé las lágrimas.
—Vale
está bien. Como policía, ni como persona estoy de acuerdo con tu actitud, pero
debo respetar tu decisión—aceptó. —Pero has de prometerme una cosa.
—¿Qué?
—No
volverás a verlo.
—Pero
es que...
—No
hay peros que valgan—me fijó su mirada. —Es más, te vendrás unos días a casa.
Quizás acompañada te des cuenta. No puedes permitir que te maltraten. ¿Trato
hecho? —quiso sellar con apretón de manos.
Dudé
unos instantes, pero finalmente se la apreté. Nunca he sabido negarme a una
orden.
—Te
necesito totalmente concentrada en estos casos—me sonrió. —Haremos una cosa, le
diré a Carmen que te acompañe a coger algo de ropa y lo que necesites. Tienes
el resto del día libre.
—No
puedo dejar la investigación así—quise oponerme.
—Soy
tu superior. Yo decido si es conveniente o no.—zanjó el tema. —Si te hace
sentir mejor llévate los informes. Además, si puedes enlazar este mensaje que
apareció en el pito que le metieron al comparsista engreído ese por el culo con
el resto de la trama—me entregó un informe del forense donde aparecía un
mensaje con el siguiente texto: “Todo esto lo hago por amor”.
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