Últimamente no me prodigo mucho por estos lares, ni por muchos otros como redes sociales, quizás descuido mucho a vosotros los lectores, a quienes aún asomáis por aquí en busca de novedades, pero en los últimos tiempos estoy haciendo lo que debe hacer un escritor: escribir. Hoy día la importancia de las redes sociales es capital, pero creo que para promocionarse es necesario tener algo que crear, aunque todos sabemos de mucho escritorzuelo que se prodiga mucho sin nada que ofrecer al público, pero no es eso de lo que vengo hablaros.
Un autor se debe a sus lectores, así que creo que es de justicia hablaros un poco en el trabajo en el que ando sumergido en estos momentos. Para comenzar he retomado "Diario de una Inquietud" tras un trabajo de correción y la lectura por parte de lectores beta que amablemente se han ofrecido para ayudarme a mejorarlo. Será cariño de autor hacía su criatura, pero creo que es una historia con posibilidades, y que careció de publicidad en su
momento por tenerla para descargar en un sitio desconocido al gran público. Por otra parte, comentaros a quienes no lo sepáis aún, me vuelto a embarcar como coordinador y autor en una nueva antología sobre ucronías, es decir relatos donde se juega con la Historia para suponer que hubiera pasado si los hechos hubiesen acontecidos de manera distinta. Hay autores prometedores con mucha ganas de hacer algo original. Aún está germinando, pero no dudéis que os iré informado.
Por último quería haceros un adelanto de mi última obra escrita, un pequeño aperitivo para recoger vuestras impresiones. Aún está en fase de borrador y mejora, pero quería haceros participe para ver si os atrae. Sin más, os dejó aquí un extracto:
El
centro de la estancia lo presidía una silla, de aspecto similar a
la usada por los dentistas, repleta de cables. Estos cables a su vez
se unían a un ordenador portátil que a su vez tenía enchufado otra
serie de aparatos de los cuales Jenaro desconocía su posible uso.
—¿Se
halla usted nervioso?-inquirió el doctor Mitsuki en un perfecto
castellano.
—Un
poco.—rió de manera inquieta.
—Relájese,
no hay motivo de preocupación. Todo esto es más sencillo de lo que
parece.—señaló la silla central.—A la mayoría de los
entrevistado le sucede. ¿No se si le habrán echo alguna vez algún
encefalograma?—inquirió el asiático.
—No
nunca.
—Despreocúpese
es indoloro, simplemente mediré su actividad neuronal mientras le
voy realizando una serie de preguntas.—procuró
tranquilizarlo.—Pese a parecer la silla de un dentista, esto
resulta menos peligroso. ¡Un gatito pequeño es más dañino!—bromeó.
—De
acuerdo.
—Siéntese
y trate de relajarse.—le sonrió mientras le colocó una serie de
cables por el cuerpo.— No me mire con ese miedo, esto sirve para
controlar sus constantes vitales: pulsaciones, tensión arterial,
etcetera.
Jenaro
jamás hubiese concebido en su vida una entrevista como aquella, pero
con la aparición de nuevas técnicas de selección de empleados,
podía esperarse casi cualquier cosa.
—Ahora
deberá de tomarse este líquido. No puedo colocarle los sensores en
su cabeza hasta que se lo haya bebido completo. Sirve para mejorar la
actividad neuronal. Me ayudará a ver con una mejor resolución los
resultados en el ordenador.—fue explicándole mientras le ofrecía
una pequeño frasco de no más de veinticinco centilitros, con un
líquido de color verdoso.
—Sabe
horrible.—dijo Jenaro tras bebérselo de un sorbo.—Es como si
hubiese tomado gasolina...
—Es
gasolina.—dejó boquiabierto a su interlocutor.—¡Es broma! Es un
zumo compuesto de verduras ricas en aminoácidos y oxolacetato que
favorecen la actividad neuronal.
—Me
había asustado.—se llevó la mano al corazón preocupado.
—Esta
clase de susto me sirve para vigilar sus constantes.—dijo mientras
se dirigía al ordenador. Observó los parámetros en la pantalla con
suma atención.—De acuerdo. Dígame como se siente ahora.
—Algo
mareado. —sintió náuseas al hablar. Aún sentía en el paladar
el sabor agrio del compuesto.
—Estupendo,
entonces estamos listos.—se acercó hasta él colocándole una
serie de cables sobre la cabeza.
Al
principio Jenaro solo sintió como una especie de chuponas sobre
diferentes puntos de su cabeza, pero fue con el último de los
cables, cuando sintió en la coronilla un pinchazo. Notó como la
aguja le atravesaba la corteza cerebral. Quiso levantarse, pero
ninguno de sus músculos respondieron al estímulo, tanto los brazos
como las piernas estaban completamente agarrotados.
—Comencemos
la prueba.—tomó la palabra el doctor Matzuki la prueba.—¿Es
usted Jenaro Pelaez Rodríguez?
—Pues
claro que soy. —respondió con voz pastosa.
—Limítese
a responder si o no.
—Si.
—¿Ha
venido usted en busca de un puesto de trabajo?
—Si.
—¿Conoció
usted a sus abuelos?
—Solo
a los de mi madre.
—Le
repito que solo diga si o no. ¿Le queda claro?
—Si.
—Le
vuelvo a repetir, ¿conoció usted a sus abuelos?
—Si.
—¿Y
a sus bisabuelos?
—No.
—¿Conserva
algún recuerdo de su niñez?
—Si.
—¿A
partir de los cinco años?
—Si.
—¿A
partir de los tres?
—No.
—¿Tuvo
usted una vida antes de esta?
—No.
—Traté
de recordarlo.
Con
las primeras preguntas la pantalla del ordenador se mantuvo vacía,
pero conforme fueron pasando los minutos fue rellenándose de
imágenes. A partir de aquellas imágenes el científico comenzó a
plantearle otras preguntas bien distintas a las iniciales. Tras dos
horas, Jenaro había completado el cuestionario. Abandonó la sede
aún mareado, aunque satisfecho por el dinero recibido y por la
promesa de Mitzuki de llamarlo muy pronto para incorporarlo a la
empresa, no obstante su vida no volvería a ser la misma...