CAPÍTULO
7
Nada
más cruzar el dintel de casa lancé los zapatos y me “revoleé” en el sofá, mejor
dicho, quise decir me tumbé (aunque lenta mi adaptación a Cádiz se está
produciendo al menos a nivel semántico). Estaba completamente agotada. Había
resultado un día muy estresante. Desde primera hora de la mañana, cuando
apareció el cuerpo, hasta las cinco y media de la tarde no había parado más que
para tomar una tapa en un bar cercano a la hora del almuerzo. Además, si hay
una labor que detesto de mi profesión es la parte burocrática, más cuando
cierta clase de informes no me corresponde. No sé si será por ser del norte, o
sencillamente por ser la nueva me cargan de tareas que no son mi función.
Pero
por fin podía estar tranquila en casa. Aquel momento era solo para mí. Tras un
momento de asueto en el sofá, decidí ducharme y prepararme un sandwich para
cenar antes de conectarme al juego online, aunque antes decidí echar un vistazo
a la edición digital del Diario. Con el anterior asesinato los comentarios de
los lectores habían obtenido información veraz.
Esta
vez tuve que hacer una criba importante antes de ver algo que pudiese resultar
útil. En esta ocasión mucho de los comentarios mostraban sus condolencias por
la muerte del autor de comparsa, además de ensalzarlo comparándolo incluso con
un tal Paco Alba, que debe ser alguien muy famoso para los gaditanos...
Nuevamente
había dos comentaristas que conocía de la anterior ocasión: Chirigotero88 y
Seriopata. El primero había dejado un comentario un tanto hiriente entre tantas
muestras de cariño hacia el fallecido y su familia:
Chirigotero88:
Quizás hubiese lamentado su muerte de haber mantenido su estilo. Este señor
perdió toda la pureza. Cambió el estilo caletero de la Viña por la Casería de
San Fernando.
Mientras
que el comentario del segundo volvía a estar suprimido por el periódico. A
saber que clase de barrabasada habría puesto para que no lo hubiesen querido
publicar. Me reprendí por seguir pensando en temas laborales en mi tiempo
libre, no obstante, anoté en mi agenda con tal de investigar sobre aquel comentario
sobre la perdida de la pureza.
Todas
las ganas iniciales de jugar quedaron diluidas. Realmente me apetecía tomar un
poco el aire, tomar algo, escapar de la rutina, en definitiva.
—¿Te
apetece salir a tomar algo? —le escribí a Nacho por privado.
En
menos de un segundo, bueno algo más me respondió. No debéis reprenderme por
esta exageración. Aquí todo el mundo exagera cualquier afirmación.
—Por
supuesto. ¿Lugar y hora?
—Te
recojo en quince minutos.
Si
mi puntualidad había sido inglesa, la de Nacho al menos debía de ser islandesa.
Me dio la impresión que había bajado inmediatamente nada más confirmarle la
hora de la cita, y en este caso no exagero, al menos esa impresión me dio al
verlo vestido con un pantalón desgatado de chándal, una camiseta manchada de lejía
con el lema “Valar Morghulis” y unas zapatillas deportivas rotas por las
punteras.
—No
pensé que volvería a verte—fue el saludo de Nacho nada más montarse en el
coche.
—¿Tan
mala impresión te di? Me caíste bien—sonreí.
—Al
contrario, me pareces una chica encantadora, pero lo habitual es que la gente
se aburra pronto de mi—usó un tono algo lastimero que me causó ternura.
—También
podrías haberte aburrido de mi—bromeé. —Quizás no te valores lo suficiente.
—A
la mayoría de la gente le suele interesar otros asuntos. Nadie en esta ciudad
le suele gustar los juegos, las películas y las series. Aquí todo lo que no sea
carnaval y fútbol...—argumentó.
—Pues
fíjate, yo no soy de Cádiz, y además me gusta lo mismo a que a ti—le di la mano
para animarlo.
—Gracias—me
apretó la mano para luego darme un beso en ella.
Con
suma cautela fui apartando la mano, de haberlo hecho con brusquedad le hubiese
dañado su escasa autoestima. Aquel gesto me había hecho sentir incomoda, aunque
no se lo recriminé porque un alma solitaria como la mía en ocasiones necesita
del contacto de otro ser humano.
—¿Dónde
vamos a que me invites a esa cerveza que me debes? —cambié de tema
diametralmente.
—La
verdad es que...yo hoy...sigo sin tener dinero...—me reconoció avergonzado.
—No
te preocupes, yo te invito.
—No
quiero que pienses que soy un aprovechado—comentó sin alzar la mirada.
—Jamás
hubiese pensado nada por el estilo.
—No
encuentro trabajo de lo mío, y mi madre la mujer puede darme algo...—sus ojos
brillaron al reconocer su realidad.
—Lo
entiendo. Por eso quiero ser yo quien te invite...o si te sientes incomodo
vamos a mi casa, cenamos y vemos una película. ¿Te parece? —aporté como
solución sin apenas reflexionarlo.
—Al
menos deja que sea yo quien te invite a mi casa.
—Tampoco
quiero que tu madre se vaya a molestar por una visita inesperada.
—A
ella le da igual, Además la mayor parte de la tarde-noche la pasa dándole de
comer a los gatos cerca del muelle.
Su
mirada resultó tan convincente que no me atreví a rechazar nuevamente la
invitación. Su aspecto bonachón con sus kilos de más me dio confianza. Lo vi
incapaz de sobrepasarse. Aquella timidez me hizo sentirme más segura.
Simplemente era otro perro verde como yo.
Si
no hubiese sido una persona educada hubiese salido corriendo nada más ver el
lamentable estado del piso. No me llevé una impresión muy agradable cuando
contemplé nada más cruzar el recibidor un salón que no había conocido una
limpieza desde al menos su inauguración. Montañas de ropas se acumulaban en el
sofá, e incluso aún se podía ver platos con restos de comida reseca sobre la
mesa. Además, olía a orín de gatos pese a no verse ninguno por allí. La higiene
brillaba por su ausencia. ¡Cuánta diferencia con mi casa! Si algo heredé de mi
madre es la manía por el orden y la limpieza, y aquella casa distaba kilómetros
de lo uno y de lo otro.
—Será
mejor pasar rápido a mi cuarto. Te aseguro que no tiene nada que ver con el
resto de la casa—comentó al ver mi rostro contraído. —Lo siento, pero mi madre
perdió la cabeza cuando mi padre nos dejó...
—Me
hago cargo—sonreí sin saber muy bien cómo actuar.
No
lo niego, temí entrar en el cuarto, como ya dije anteriormente nos creamos
ideas preconcebidas sin tan siquiera haber hecho las comprobaciones
suficientes. No diré que estuviese limpia como una patena, pero si al menos se
podía estar, al menos tenía orden. Era una habitación grande donde todo giraba
en torno a un ordenador situado en la pared más larga de la misma. Tenía varias
repisas atestadas de películas y series, varios posters en las paredes de
series como Hannibal, Dexter, Juego de Tronos, Breakin Bad, así como un
mandoble apoyado contra un rincón, y junto al mismo una pequeña nevera con un
microondas encima.
—La
mayoría de las noches prefiero cenar aquí dentro. Ya has visto como está el
resto de la casa—comentó como si hubiese leído mi mirada. —¿Qué te parece mi
santuario?
—Está
muy bien—reconocí admirada. —Solo te falta un baño dentro como los otakus que
no salen de sus habitaciones.
—No
creas que no lo he pensado—bromeó. —Pero es complicado trasladar cañerías en
una casa tan antigua. ¿Un refresco? —sacó de la nevera. —Si te gustan puedo
poner una pizza a calentar—logró mi beneplácito.
—Las
chicas se deben de quedar sorprendidas cuando las traes aquí—comenté en tono de
chanza.
—Contando
que hace más de un año que no sube ninguna, se puede decir que eres casi la
primera—dijo en tono apagado.
—No
te creo. Me tomas el pelo.
—En
serio—confirmó. —Ya te conté el otro día que me quedé un poco tocado con la
ruptura de mi última novia—se lamentó. —Además soy más bien feo.
—Pues
yo te encuentro atractivo—dije sin pensarlo. Quizás no fuese el hombre más
guapo del planeta, es más, le sobraban bastantes kilos, pero tenía cierto
encanto. Aquella mirada triste me atraía.
—Lo
dices por compasión—agachó la mirada.
A
fecha de hoy aún sigo sin comprender porque le tomé por la barbilla, le levanté
la cara y lo besé en los labios. Jamás en mi vida había actuado de manera tan
impulsiva. Siempre había calculado hasta el más mínimo detalle de mi vida
incluida las relaciones sexuales con mi ex. No sé si vivir en el sur estará
afectando a mi conducta. El correspondió mi beso de manera ardiente. Me
estrechó contra su cuerpo con fuerza. Sentí como me metía la lengua hasta la
campanilla, pero sin embargo no me desagradó. Era como si estuviese embriagada
por la necesidad de desfogar los meses de abstinencia carnal que llevaba. Me
dejé arrastrar por los impulsos más primarios...
Llegados
a este punto no veo necesario entrar en mayores detalles acerca de lo
acontecido en aquella habitación. La mayoría somos gente mayorcita como para al
menos deducirlo y tampoco quiero satisfacer vuestro morbo, o curiosidad, acerca
de cómo se lo monta un gordo. Solo diré que pese al tiempo que Nacho aseguraba
no haber consumado, lo hizo con ímpetu y duró lo que ya quisieran muchos,
aunque me confesó avergonzado que solía masturbarse a menudo por si sucedía
algo como lo de aquella noche poder estar a la altura de las condiciones.
Cenamos
tras haber dado rienda suelta a nuestros más bajos instintos un par de veces
más. Una vez satisfechos sexualmente decidimos ver una película
—¿Te
gusta Saw?
—Nunca
la he visto.
—¿Cómo
no has podido verla? Eso debería ser obligatorio en tu carrera.
—En
casa del herrero cuchillo de palo—justifiqué.
—¿Te
importa si la vemos?
—Me
da igual.
—Quizás
te pueda servir de ayuda en tu trabajo. Esos asesinatos podrían estar
justificados como en la película—bromeó.
—Preferiría
no hablar del tema—quise zanjar.
No
me apetecía hablar de trabajo en aquel momento, y menos tras haber disfrutado
de un buen polvo, o mejor dicho varios.
—De
acuerdo.
Hubiese
visto la película completa de no ser por la aparición de la madre de Nacho.
Aquella señora enjuta y de mirada pérdida me escrutó como si fuese un alien.
—¡No
sé como puede estar con ese gordo! Es una mierda...—se dirigió a mi mientras su
hijo le invitaba a salir de la habitación.
Pese
a la insistencia de Nacho decidí marcharme. No podía estar en un lugar donde me
sentía incomoda. Él me acompañó hasta la puerta y me besó, quizás aquel gesto
me hizo regresar a casa con una sonrisa en los labios. En mi vida se abría una
ventana por donde entraba un nuevo aire. Posiblemente aquella noche podría
haber sido el comienzo de una bella historia de amor.