CAPÍTULO 12
Si
no hubiese sido por las pesadillas me hubiese molestado aquella llamada a las
tres de la madrugada. Había logrado quedarme dormida, no obstante lo había
hecho inquieta. Me desperté triste y angustiada. El sentimiento de culpa no
había logrado dejarme descansar en paz por eso agradecí escuchar la voz del
comisario.
—Águeda,
siento despertarte pero tengo malas noticias—comentó Paco con voz
somnolienta.—Han vuelto a matar.
—¿Dónde
ha sido esta vez?
—En
el Carranza.
—¿El
Carranza?
—En
ocasiones me olvido que no eres de aquí—bromeó. —El Carranza es el estadio de
Fútbol.
—¿Está
nada más llegar a Cádiz?
—Sí,
en el mismo lugar donde está el Registro Civil y un supermercado. No tiene
pérdida—añadió.
—¡Un
estadio de fútbol para dejar un cadáver! Es cuanto menos curioso.
—No
es precisamente lo más curioso de este caso...
—¿Cómo
ha aparecido esta vez? —me interesé.
—Será
mejor que lo compruebes tu misma—me dejó con la intriga.
—Una
última cosa, sino fuese como de costumbre el forense, ¿algún agente podría
hacerle un tacto rectal? —recordé de repente.
—No
prometo nada. No creo que estén muy dispuesto los agentes...
—No
se preocupe, lo haré en cuanto llegue—me limité a aceptar que nadie lo haría.
Tal
como había previsto nadie se había atrevido a indagar en el ano de la víctima.
Quizás lo más sorprendente fue ver la posición del cadáver sobre el terreno de
juego: desnudo, colocado de rodillas, y las manos atadas como si estuviese
implorando al suelo, y lo más curioso era una enorme cornamenta, tal vez de
ciervo o venado, coronando la cabeza.
—Debería
de poner un cordón policial para aparta a todos los periodistas—ironicé. Era la
primera ocasión en la que decenas de curiosos no se amontonaban alrededor de la
víctima.
—Ni
lo verá en esta ocasión—comentó el comisario con tono serio. —Esta noticia no
puede transcender a los medios.
—¿Y
cuál es el motivo? ¿Acaso los demás no merecían mantener el anonimato? ¿Es esta
victima especial? —continué con tono de chanza.
—Básicamente
porque Cádiz puede arder de salir esto a la luz—me clavó la mirada. —Mañana el
equipo se juega el ascenso de división, y este precisamente era su delantero
estrella.
—Lo
entiendo—tomé un tono formal.
Personalmente
me parecía sorprendente que una ciudad se pusiese patas arriba por una cuestión
como el fútbol y no por su alto nivel de paro.
—¿Contamos
con alguna clase de sospechoso?
—Pues
cualquiera que no quiera que gane el Cádiz mañana. No me extrañaría nada que
hubiesen sido gente de Jerez—intervino uno de los agentes con voz de fastidio.
—¿Gente
de Jerez por qué? —no entendía aquella hipótesis.
—Las
dos ciudades están enfrentadas por cuestiones futbolísticas, y otras no
tanto—hizo de cicerón el comisario.
—En
el mundo de los ultras se ha visto de todo pero dudo de que esto tenga nada que
ver con el tema. —me mostré reticente mientras me coloqué unos guantes.
No
me fui difícil tras inspeccionar la cavidad anal hallar lo que buscaba: el
célebre pito de carnaval. Como quien halla un trofeo lo alcé para mostrarlo al
resto de agentes allí reunidos.
—Creo
que con esto podemos descartar a cualquier jerezano por muy enfrentado que
esté—dije satisfecha.
—Yo
no cantaría victoria tan pronto. Si te das cuenta casi todos los muertos son
gente conocida de Cádiz. Es como si el asesino odiase a sus gentes—argumentó
Paco.
—No
había yo caído en ese detalle—aprecié el comentario. —Sin embargo el policía
quizás me cuadra menos en esa hipótesis. No obstante, no descartaremos nada.
—¿Sabes
una cosa, Paco? —intervino un agente joven logrando la atención del comisario y
la mía. —Los veo ahí discutiendo y por un momento me han recordado a los polis
de la serie True Detective, pero versión gaditana—quiso rebajar la tensión.
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