CAPÍTULO
11
La
perfección solo existe en las películas, o al menos hubiese existido para mi si
no hubiese recibido la llamada de Nacho nada más llegar a casa. Había cometido
el fallo, si se pudiese considerar como tal, de dejar el móvil cargando en
casa. Tenía poca batería y no tenía sentido llevarme un trasto como aquel para
nada. Además, la única persona que necesitaba contactar conmigo de urgencias
era el comisario y él precisamente iba conmigo.
Había
sido un día excelente. La familia de Paco era encantadora. Su mujer, Carmen, no
dejó de cebarme con tortilla, filetes empanados, huevas aliñadas y otras
delicatessen mientras tomamos el sol. Con su buena voluntad pretendía subirme
de peso aquel día, según ella, para que los hombres tuviesen donde agarrarse.
Aunque he de reconocer, pese a la vergüenza que me dio conocer al sobrino del
comisario, Ernesto fue lo que convirtió aquel día en algo especial. Era un
hombre de mi edad, algo más alto que yo, y muy parecido al actor de la película
“El Niño”. Además, poseía un alto nivel cultural, sin descuidar un encanto
personal innegable...Cualquier apelativo creo que queda corto.
La
carne es débil, mucho más ante tales compañías. Tal vez en este momento puedan
tacharme de casquivana, pero muchas hubiesen obrado igual que yo. Lo besé.
Cádiz me seguía cambiando, yo jamás antes hubiese actuado así. Aunque lo mejor
fue cuando me pidió vernos de nuevo. Me prometió mostrarme los lugares con más
encanto y magia de la Tacita de Plata.
—¿Dónde
has estado? —me apremió Nacho nada más descolgar el teléfono. —Me he llevado
toda la tarde llamándote.
—Lo
siento, pero no me llevé el móvil. Tenía poca batería y lo deje cargando.
—Eso
no ha respondido a mi pregunta ¿Dónde estuviste? —insistió.
—El
comisario me invitó a ir con su familia a Conil.
—Podrías
haberme avisado. Me has tenido muy preocupado.
—Lo
siento, pero fuiste tú quien me pidió quedar mañana...
—Cierto,
pero al final me mi madre se encontraba mucho mejor de lo que
esperaba—argumentó a su favor. —Actúas como todo el mundo. Has acabado por
darme la espalda...
—¿Quieres
qué quedemos ahora? Me visto y paso a buscarte—quise remediar el entuerto.
—No—se
mostró seco.
—Discúlpame
de verás, no pretendía que te enfadases...
—Mañana
te llamo y hablamos—fue su forma de despedirse.
Me
sentí francamente mal. No solo por haberlo dejado en la estacada. No me habría
costado nada llamarlo para avisarle de mi intención de salir. Me comporté como
el resto de las chicas con él. Y lo peor de todo era que lo había engañado. Tan
solo había sido un par de besos con el sobrino del comisario, pero lo peor de
todo era que no había tenido cargo de conciencia al hacerlo. Tan siquiera pensé
en ese momento en Nacho.
Comencé
a plantearme si realmente tenía que sentirme mal. Oficialmente tan siquiera
éramos novios aunque hasta entonces habíamos actuado como tal: lo había
invitado a mi casa, había dormido abrazada a él, e incluso habíamos hecho el
amor en más de una ocasión.
Antes
de dormir me volví a duchar, me sentía sucia tanto mentalmente como
físicamente. Me había comportado como si fuese una “cualquiera”. No quise
dormir sin haberle escrito un mensaje:
“Siento lo
sucedido hoy.
Mañana te
compensaré.
Te quiero.”
Pese
a haberle escrito algo que tan siquiera sentía al final del mensaje no obtuve
respuesta. Lloré durante toda la noche hasta que logré conciliar el sueño.
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