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lunes, 28 de septiembre de 2020

La Rata (CUENTOS ALEATORIOS)


Aquel resto de manzana me puso sobre la pista del experimento que andaba persiguiendo. Fue en mitad de la madrugada cuando mi jefa me llamó para notificarme de la fuga del centro de investigación donde trabajaba de una de aquellas ratas de laboratorio con las que estábamos trabajando en aquel oscuro proyecto.

De no ser por la índole de la investigación, la fuga de una rata no habría supuesto ningún problema. En cada laboratorio en los que he trabajado se escapa de media una docena, algo nada significativo cuando se cuenta con más de quinientas para investigar. Pero en esta ocasión era diferente. Había que dar con la rata sí o sí. No había alternativa. No sólo estaba en juego mi futuro si no el de toda la Humanidad…Al menos así lo juzgó mi jefa cuando me apremió a ir en su búsqueda. Más, teniendo en cuenta que fue por mi culpa por lo que se escapó. Siempre he sido bastante despistada y nunca he sido muy paciente a la hora de comprobar que las jaulas estaban cerradas…

Allí estaba yo en un laboratorio de alta seguridad a punto de amanecer en busca de una rata que podía cambiar la Historia con mayúscula. Cuál fue mi cara de sorpresa cuando la vi pasar por delante de mis narices saliendo de las cocinas. Yo, que me había pasado la mayor parte del tiempo buscándola entre los cables de los ordenadores y por las jaulas de otros animales de laboratorio. ¿Cómo no se me había ocurrido pensar qué un animal, por muy estudiado que este sea, iba a hacer otra cosa diferente que ir a buscar comida? ¿Cómo le había podido yo otorgar el don de la solidaridad pensando que iba a liberar a sus hermanas ratas ayudándose de unos chimpancés capaces de usar un ordenador? Mucha carrera en neuroquímica, mucho máster y mucha mierda, pero inútil para pensar con lógica. Así soy yo.

Confié en mi velocidad, y sobre todo en mi suerte, para lanzar tras ella como una flecha guiada por el viento.

—¡Para por lo que más quiera, Mini! —le grité confiando que le provocase lastima verme correr tras ella.

Casi por arte de magia se paró en seco y se quedó mirándome con aquellos pequeños ojos rojos. A punto estuve de decirle que, si le parecía bonito haberse escapado, pero rápidamente deseché la idea al pensar que parecería más idiota de lo que parecía ya de por sí.

—¿Qué quieres de mi? —me habló la rata cruzándose de brazos. No respondí simplemente me limité a dar un par de pasos hacia ella con tal de cogerla—. Ni se te ocurra dar un paso más.

—¿Qué vas a hacerme? ¿Morderme? —quise sonar segura pero lo único que conseguí es sonar más aguda de lo habitual.

—No, eso es lo que tu querría: demostrar que me has extirpado la libertad tal como pretendéis hacer con la raza humana, ¿o me equivoco? —Logró la callada por respuesta—Sé que en el fondo tú también crees en la libertad, el estudio te viene impuesto, pero aún tienes la posibilidad de hacer lo correcto. Olvídate de mí, déjame volver a la naturaleza, viajar al norte y empieza a trabajar por hacer de los seres humanos criaturas más libres. Libera al mundo de las cadenas que le…

No le di oportunidad de seguir hablando, de un pisotón la maté. ¿Quién tiene ganas de oír a un roedor cuestionando tu libertad?