Mi cara fue un auténtico poema cuando miré a través de la cerradura y pude ver a través de ella un ábaco con el que poder contar los diferentes mundos por los que podría viajar gracias a los truenos que imantaban mi imaginación. En el primero de los mundos busqué indicios de vida en las estrellas que se situaban a mis pies, pero ninguna de ellas quiso hablarme si no era en versos de rima asonante. Luego en el siguiente mundo, los relojes marchaban hacia atrás haciendo retroceder mis pensamientos hasta el comienzo de este cuento, por lo que tuve que volverme a mirar a través de la cerradura, pero esta vez en lugar de un ábaco vi un enorme torreón donde vivía una araña que jugaba al ajedrez con humanos a los que obligaba a contarle un cuento surgidos del azar de unos dados.
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