No quiso calentarse más, ya se
encargaría de intentar hablar con él después de trabajar, pero de momento
se iba a relajar si quería ejercer de
manera adecuada su trabajo. Resultó ser una mañana monótona, donde más que nada
se encargó de gestionar temas burocráticos atrasados, que era justamente lo que
más odiaba. A ella le gustaba estar con la gente, tratarla, no tratar su vida
como si de simple información se tratase.
No fue hasta casi a punto de terminar
su jornada cuando tuvo que atender el caso de una chica que venía vestida de
manera extravagante. En un principio pensó que se trataría de la gestión de una
interrupción de embarazo, solía ser lo habitual en las chicas de esa edad por
mucho que esta se saliese del cliché habitual por su aspecto siniestro, por lo
que tendría que derivarla al Instituto de la Mujer, contiguo a su oficina.
Vestía con ropas oscuras. Decenas de
cadenas se unían entre si a lo largo de su falda y sudadera, además de poseer
varios piercings que sobresalía por su cuerpo. A simple vista se lo podía
contar al menos cincos. Dos en el labio, uno en la nariz, otro en la ceja, y
otro más en la parte superior de la oreja.
-¿En qué puedo ayudarle?-le invitó
Ariadna de manera agradable a sentarse.-Mi nombre es Ariadna Cuevas y estoy
aquí para poder atenderte de la mejor manera.-le estrechó la mano.
-No sé como empezar…esto es
tan…complicado.-balbuceó nerviosa la chica.
-Pues podemos empezar por saber tu
nombre.-le animó mostrándole una sonrisa tranquilizadora.
-Mi nombre es Tania.-respondió con timidez.
-Encantada Tania.-correspondió a la
presentación.-Puedes hablar con total confianza.
-Seguro que no me cree.-comentó sin
atreverse a mirarle a la cara.
-No creas que es tan inusual lo que
vienes a contar.-quiso ayudarla a proseguir ante la mirada atónita de la chica.
-¿Ah no?-le preguntó casi estupefacta.
-No es la primera vez que me viene
alguien diciendo que en una noche de pasión se le ha roto el
preservativo.-dedujo en un tono casi amigable.
-¡¿Pero de qué demonios me estás
hablando?!-se levantó ofuscada la joven.
-Creo que entonces me he estoy
confundiendo.-se excusó dándose cuenta de su metedura de pata. Había cometido
el mayor error que podía tener en su trabajo que no era otro que dar las cosas
por hecho.-Discúlpame te lo ruego.-pidió avergonzada. –Y bien cuéntame…
-Llevo varios días sin ver a mi amiga,
y me temó que su padre le haya hecho algo…-se atrevió a decir.
-¿Por qué dices eso?-tomó un tono serio
preocupado.
-Su padre es un alcohólico que odia
como es Irina.-mostró la rabia en cada una de sus palabras.-Últimamente mi
amiga cada vez que la veía tenía moratones en los brazos, y en las piernas…Me
estoy temiendo que haya hecho algo más…-le tembló la voz.
-Nos pondremos a trabajar lo antes
posible.-quiso relajarla.
-Haga todo lo posible…no me gustaría
verla muerta.-lloró sin poder reprimirse.
-Te prometo que nada de eso pasará. De
inmediato me pondré con el tema.-apoyó de manera amistosa su mano en el hombro
de Tatiana.-Dime el nombre completo de tu amiga y déjame tu número para en
cuánto sepa algo llamarte.
En un trozo de papel copió el número
antes de acompañarla hasta la puerta. Muy posiblemente se tratase de alguna
exageración de la gente de su edad, y que muy probablemente su amiga se hubiese
escapado de casa durante unos días en rebeldía por algo sucedido en su hogar,
aunque no había tenido la confianza de contárselo a su mejor amiga como
normalmente solía suceder en estos casos. Sin embargo si algo había aprendido
de la conversación anterior, es que las cosas no podían darse por hecho, por lo
que decidió tras almorzar echarle un vistazo a través de su clave de acceso a
informes sociales, por ver si por casualidad la familia de la chica aparecía en
algún registro del departamento.
Al llegar a casa no le extrañó no ver a
Javier, aunque lo que le incrementó el enfadado fue volver a probar a llamarlo
con idéntico resultado que en la noche anterior, el mismo mensaje: “En estos momentos el teléfono móvil
disponible”. Tendría una charla bastante seria en cuánto volviese a
echárselo a la cara. Lo que se planteó fue es ponerse a informarse sobre la tal
Irina, quizás dedicar tiempo al trabajo le ayudaría a no calentarse más en su
malestar.
El hecho de padecer una pesadilla
durante la hora de la siesta en la que soñó con una chica descuartizada en un
basurero remoto le hizo despertarse de su descanso vespertino mucho antes de lo
habitual. Miró al reloj desconcertada, tenía la impresión de haber estado
durmiendo durante toda la tarde, pero para su desazón comprobó que apenas había
pasado ni quince minutos desde que se echase en el sofá.
Aún medio somnolienta decidió coger el
ordenador mientras reclinada en su sofá tecleaba la clave de la intranet de su
departamento para consultar los expedientes. No tardó mucho en mostrarle que al
menos en un par de ocasiones, la tal Irina aparecía en informes sociales
relacionados con absentismo escolar, lo que había llevado a los servicios
sociales a investigar sobre la causa de su ausencia al instituto.
Existían menciones a una historia familiar
bastante turbia: un padre de origen ruso, alcohólico, denunciado en varias
ocasiones por vecinos de la zona por sospecha de narcotráfico, además de por
intento de agresiones cuando estaba bajos los efectos de las bebidas
espirituosa. Una madre fallecida hacía un par de años en circunstancias nada
clara aunque en ningún momento existiese investigación judicial de por medio.
Además los informes decían que el hogar familiar carecía de unas condiciones
adecuadas de habitabilidad y salubridad para vivir. Sin duda un escenario adecuado
para una adolescente deseosa de llamar la atención se fugase, mucho más dándose
el caso de ser hija única, aunque cabía la posibilidad de que la hubiesen
matado…
Un frío recorrió la espina dorsal de
Ariadna que se imaginó como el padre en un arrebato de una borrachera
estrellaba la cabeza de la muchacha contra la pared ante una contestación no
deseada. No quiso tomar en cuenta esa posibilidad, pero en su mente se forjaba
con más fuerza, fuera aparte que la pesadilla que había tenido reforzaba tal
pensamiento. Sabía que no tenía ningún sentido basarse en premociones, no así,
cogió su coche para conocer el entorno de la casa de Irina.
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