Posiblemente no venga mucho a cuento escribir una reseña de un grupo de música en un blog más enfocado a la literatura, (aunque tampoco me considero un experto en esta materia, nada más alejado de la realidad), pero como sencillamente me apetece la hago. En este caso el grupo del que vengo hablaros es Siloé.
Habitualmente no suelo escuchar la radio convencional, soy mucho más de poner mi propia música o podcast en el coche, sin embargo aquel día me dio por oír radio 3 y pude escuchar la voz de Fito Robles con ese tono tan personal y esa sencillez que presenta las canciones desnudas que cantaba, aquellas que se defienden solo con una guitarra y el alma, e inevitablemente me sentí atraído por el magnetismo de su música. Investigué un poco acerca del grupo y no tardé ni dos días en pedirme el primero de sus discos, La Verdad. Sin duda un disco sincero, sin fisuras, donde se destila motivación, entusiasmo y gusto por el buen hacer. Tras disfrutar de esa obra no venía más que hacerse con el segundo disco. Una obra que no entra a la primera, pero como siempre he dicho, sospecha de la música que te encandila con una primera escucha, posiblemente sea mala. Así que tras varias escuchas, determiné que La Luz era aún mejor que el primer disco, por una sencilla razón, había ganado en madurez. Madurez porque el grupo comienza a tener un sonido más propio, más definido, y que recuerda menos a otras bandas que inevitablemente se te venían a la cabeza con el primer disco. Se qué las comparaciones son odiosas, sin embargo para quienes no conozcan a Siloé, en algunas canciones tiene un sonido Supersubmarina, con una voz que recuerda a Pucho de Vetusta Morla (aunque por una entrevista sé que no les gusta que busquemos similitudes) y con una poética pocas veces vista en una música que va desde el indie más suave, pasando por canciones más intimistas.
Sin duda un grupo que desde este blog recomendamos encarecidamente porque ya nosotros la hemos convertido en nuestra banda sonora.
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