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viernes, 20 de abril de 2012

El Embarazo

Habrá grupos feminista que puedan echarse encima de mi por lo que voy a decir, pero personalmente pienso que para los escritores, de cualquier sexo, crear una novela es un embarazo, en el sentido más amplio de la palabra. Os lo explicaré:
Para comenzar cuando se empieza con una historia suele ser una cosa premeditada, en la mayoría de los casos, un libro suele ser un hijo deseo, aunque hay veces, que nace sin que queramos, de forma accidental, sin tener nada previsto, porque seamos realista, los creadores funcionamos sin profilacticos, dejamos verter la semilla de la imaginación y luego pasa lo que pasa.
Una vez aceptado el embarazo, pasas a gestarlo en tu mente, creando sus formas, las cualidades necesarias para que pueda vivir, funcionar de manera autonóma trasladando su contenido a la pantalla del ordenador como se hace en los últimos tiempos, o en un papel como se ha hecho toda la vida. Y consciente o sin meditarlo empezamos a planearle un futuro sobre como será, donde llegará, e incluso ideamos relaciones sociales para él, pensando que será el más conocido entre los suyos, a similitud como una madre, y como ellas no paramos de hablar con orgullo de nuestra obra sin parar, sino que se lo pregunte a mi pareja, que ya de por si tiene que aguantar mi verborrea, porque no para de hablar, y encima añadele el tema del libro. Muchas veces pienso que ella los termina conociendo mejor que yo, casi la convierto en el "padre del mismo".
Otra cosa similar a las embarazadas es que ya nuestro vastago literario puede ser feo, sin atractivo, o mal escrito, pero nosotros lo adoramos, por el simple hecho de ser fruto de nosotros mismos, porque en cada obra ponemos una parte de nuestro ser, aunque a diferencia de las madres, nosotros si solemos tener favoritos más claros...
Y por fin el momento del parto, cuando se da a conocer, ya se por nuestros propios medios a través de amazon, un blog, o cualquier medio, o través de una editorial, en ese momento nos sentimos ansiosos, con miedo, porque ese será nuestro legado.
Espero que nadie se moleste por esta comparación metafórica sobre el embarazo porque si tengo clara una cosa, aparte de desear tener una pequeñuela, es que los escritores jamás podrán hacer lo que hacen las madres, y no es otra cosa que parir a los escritores que gestan esas obras.
Si has llegado hasta aquí gracias.

lunes, 27 de febrero de 2012

Diario de una Inquietud (trigesimo septima entrada)

TRIGESIMO SEPTIMA ENTRADA

Tras la llamada de Marian me lancé como alma que lleva el diablo hasta el coche pese a que una terrible inquietud me recorría la espina dorsal, porque muy probablemente la noticia que fuese a darme decirme no debía de ser otra que nuestra ruptura totalmente definitiva, por lo que deberíamos de ponernos a aclarar temas de papeleo en la repartición o venta de la vivienda que juntos nos habíamos comprado con el dolor mayor que eso provocaba. Era como la sentencia definitiva de que no hay posibilidad de vuelta atrás.
Cuando llegué a casa de sus padres donde habíamos quedado me la encontré sentada en un sillón con las ojeras muy marcada por seguramente noches de imsomnio, y de llanto. Me abrió su madre a quien saludé pero tan siquiera optó por responder, al igual que su padre, que se dispusieron a salir del domicilio. Como siempre Marian era muy reservada con su intimidad incluso con su propia familia.
-Sientáte.-me invitó a colocarme en un sofá próximo a ella.
-Mi amor yo quiero pedirte...-no tuve tiempo a acercarme como pretendía. Quizás el contacto le llegase a enternecer.
-Dejame hablar a mi antes por favor.-me cortó.-Es muy importante lo que quiero decirte.-logró mi asentimiento pese a mi nerviosismo.-Quería decirte que...-pero no pudo proseguir, pues un llanto continuo se alojó en su garganta impidiéndole hablar.
No pude soportar estarme parado como una estatua ante el sufrimiento de la persona a quien más amaba, por lo que me arrojé para abrazarla. No me rechazó, al contrario pareció aceptar de buen grado mi muestra de afecto, quizás por ello pudo balbucear aunque de manera comprensible la noticia que tenía que darme:
-Victor estoy embarazada.-soltó a bocajarro.
Me quede unos segundos sin respiración mientras mi mente procesaba a todo correr la información mientras buscaba una respuesta mi corazón a como debía de sentirme aquello. En mi cabeza se presentaba varios dilemas: no sabía si ella lloraba de emoción porque era lo que más deseaba, quedarse embarazada, o porque al ser mío, y quería perderlo para no tener nada conmigo. Se daban decenas de opciones a la que ninguna sabía darle respuesta. Incluso para mi era algo difícilisimo, pues yo deseaba tanto tener un hijo como ella, pero por otra parte si lo habíamos estado demorando era porque nuestra economía  nos lo impedía. No sabía si reir o llorar.
-No pasa nada, sobre lo que tu decidas te apoyaré.-me mostró ambiguo. Una sola cosa tenía clara, yo quería estar con ella a toda costa.
-Joder Victor, es que no se que hacer.-se zafó de mi abrazo recomponiéndose mientras se secaba las lagrimas.
-Yo solo se que te amo.-le apreté mi mano contra la suya intentando no llorar yo también.
-Esa no es la solución.-me miró intentando mantenerse firme.-No sé que hacer por Dios. Estos últimos acontecimientos contigo me han impactado, no se que creer ni que hacer...Tenía muchísimas ganas de ser madre, pero no se si esta circunstancias son las mejores...-dudó reflejando aquello que yo antes me había planteado.
-Tengamoslo, siempre lo habías deseado.-quise apoyarla porque sabía que su ilusión era tener desecencia.-Yo estaré siempre a tu lado ya sea como tu pareja o simplemente como el padre de tu hijo. Haré todo lo posible por teneros como a reyes.-me sinceré.
Se lanzó sobre mi a volver a llorar, no sabía bien si porque temía retirarse de mi, o tener un hijo como madre soltera.
-¿Porqué me lo pones tan difícil?-gimió.
-Porque por encima de todas las cosas quiero hacerte feliz, me da igual que sea conmigo que sin mi.-le clavé  mi mirada intentado que captase mi sinceridad.
-No puedo estar sin ti, joder.-me besó en los labios.-Aunque lo que me has contado...-se retiró de mi repentinamente como asustada.
-¿Me amas?-me atreví a preguntar sabiendo que podía obtener una respuesta que no podía digerir.
-Pues claro que te amo, sino no me hubiese pasado tantas noches sin dormir.-justificó su amor.
-Hagamos borrón y cuenta nueva. Empecemos de cero.-le sugerí.
Como dos niños nos fundimos llorando en un abrazo que pareció detener el tiempo.
Y ahora que ha pasado el tiempo, ella ha sido quien me ha pedido que por favor averigüé quien es esa mujer de la foto si no quiere acabar loca...

sábado, 25 de febrero de 2012

Diario de una Inquietud (trigesimo sexta entrada)

TRIGESIMO SEXTA ENTRADA

No me fue sencillo convencer al abuelo para hablar con él acerca de la foto. Aunque nadie le había contado nada acerca de la discusión que había hecho a Marian irse de casa, deducía que si su nieta me había abandonado algo malo habría hecho yo. Evidentemente en cuestiones familiares la presunción de inocencia es algo que obvia con facilidad.
-Si me dejase volver a ver el album, podría arreglarlo con Marian,.le supliqué.
-No entiendo que tiene eso que ver con que te haya dejado.-arguyó en su favor no sin cierto desprecio.
-Fue por culpa de una foto que vio por lo que no se siente comoda en casa, siente miedo.-dije en mi favor.-Todas las noches se le repite el mismo sueño, y en él aparece una mujer que aparece en su album de fotografías.
-No se si creerte.-dudó.-Quizás debiese de llamar a Marian para comprobar si lo que dice es real.
-No, se lo ruego.-le sujeté del brazo.-Antes expliqueme quien era la mujer que vio en la foto. Solo cuando tengamos una explicación podrá llamarla.-condicioné.
-De acuerdo.-aceptó invitandome a pasar al interior del domicilio.
Pareció importarle un pimiento el resto de que cosas que le dije a aquel hombre, como que su nieta era la mujer de mi vida (y juro por lo más sagrado que no miento), o que mi vida sin ella no sería absolutamente nada, se había centrado por completo en encontrar el album, que por casualidades del destino no aparecía.
Me llegué a plantear sin apenas dar una tregua en teorías conspiranoideas pero al cabo de más de media hora me di cuenta que la razón estaba en que aquel hombre era sumamente despistados, aunque me atrevería a decir que tiene principio de alzheimer, aunque espero que no tanto por bien de él mismo como de su familia.
-Aquí está.-me mostró con orgullo.-Y ahora bien busquemos la dichosa fotografía.
No tardamos muchos en dar con ella. Allí estaba aquella mujer maquillada de manera lustrosa sostiendo de forma totalmente solemne a un niño pequeño que parecía totalmenta ajeno a la escena que se sucedía a su alrededor, ya que un grupo de mujeres mulatas se arrodillaba a su alrededor como si fuese un dios, aunque sus caras demostrasen más obligación que respeto.
-¿Quien es esa señora?-le interrogué.
-Es la madre de mi tío Abuelo Matías.
-¿Pero no sabrá usted porqué están esas mujeres arrodilladas?-quise saber mientras no paraba de dejar aquella matrona de mirada soberbia.
-No tengo la menor idea...-se encogió de hombros indiferentes.-Es más volviendo a verla no comprendo porque Marian se conmocionó tanto.-cerró el album sin tregua.-Espero que hayas sacado algo en claro chaval.-me clavó su mirada con convicción.-Aunque no lo creas te tengo aprecio...
-Una última cosa, ¿cuál es el nombre completo de su tío?-quise iniciar una investigación acerca de aquella mujer a través del niño que portaba en sus brazos.
No tuvo ningún reparo en darmelo, aunque antes de marcharme me dijo una frase que me dijo un tanto perplejo, más que nada porque me daba la impresión de que me ocultaba algo:
-No remuevas el pasado.-me dijo con un temblor en los labios poco habitual.
No hice ninguna replica porque en ese momento me sonó el telefono. En la pantalla del móvil apareció el nombre de Marian así que no tarde ni una milesima de segundo en responder:
-Hola Marian amor, dime que deseas.-me mostré solícito.
-Debemos de quedar lo antes posible.-comentó imperante.-Tengo algo muy importante de lo que hablarte...