Y es que si me gusta algo es dar por saco, y llevar la contraria, más tras escuchar la solemne tontería del Obispo de Córdoba (España) diciendo que si los medios de comunicación y en muchos planes de estudios se viene incitando a la Fornicación. Si tal como lo oyen, un señor que técnicamente debería de estar asexuado perdido (porque a saber lo que realmente hace), le da por hablar sobre "folleteo", aunque con palabras que suena más a pecado mortales en la edad Media, que al simple acto de disfrutar dos cuerpos, porque si, eso es lo que hacen dos personas que según usted fornica, disfrutar de la vida, y no dejarse consumir por dogmas vacíos y sin sentidos.
Quizás con este post me lleve más de un enemigo, incluso se reduzcan las visitas, pero yo no puedo dejar de decir lo que pienso, pues al igual que este señor clerigo tiene derecho a decir eso, yo tengo derecho a decir que se equivoca, eso es libertad de expresión, y si me quieren censurar que me censuren, yo seguiré gritando. Es más como regalo os dejo el relato erótico "El Reencuentro":
Ninguno de los dos habría pensando ni por asomo en reencontrarse. Al menos no hasta hacia menos de una semana cuando ella por confusión se confundió de número cuando iba a llamar a una amiga. Al otro lado de la línea la voz de él surgió varonil como siempre lo había recordado, a punto estuvo de cortar pero no quiso resultar maleducada, por lo que pidió disculpas por la confusión.
A él se le oyó sonreír al otro lado de la línea, es más, dijo haberse sorprendido por oírla tras más de un año de su separación, era de quien menos esperaba recibir una llamada. Intercambiaron una serie de formalidades sobre como estaban y diversas trivialidades clásica entre la gente que hace tiempo no coincide, pero ambos se dieron cuenta que se sentían bien conversando con el otro.
La charla comenzó a tirar por otros derroteros diferentes hasta acabar con varios picantones recuerdos sobre varios encuentros amorosos entre ambos. Con sinceridad, ella reconoció no haber sentido lo mismo en aquellos menesteres con otros hombres como con él, y él por su parte echaba de menos la pasión desbordada de ella. Con la temperatura elevada, decidieron quedar en un antiguo hotel donde antaño habían disfrutado él uno del otro.
Ella llegó más tarde a la cita. Preguntó en la recepción por la llegada de su amante sorprendida al oír que la esperaba en la habitación 212. Nerviosa tomó el ascensor con la piel de gallina. Ni por asomo hubiese creído tomar del fruto de la pasión que era él.
De manera tímida llamó a la puerta. No tardó en abrirse ni varios segundos cuando al otro lado del zaguán le esperaba él con una sonrisa en los labios. Le tomó del brazo animándola a pasar. Una vez dentro la chocó contra su pecho besándole de manera apasionada.
El gesto se repitió en varias ocasiones, aunque el aliento de los amantes aumentaba por instante de intensidad. Las manos antes tímidas, ora se deslizaban por las nalgas, ora por el pecho, otra por los cabellos. Como las hojas de los árboles fueron cayendo las ropas al suelo dejándolos totalmente desnudos.
Decidido él, le lamió primero el cuello, luego los pezones. Cada vez más abajo, el ombligo delataba la excitación de ella ante el contacto de sus labios por su cuerpo. Con suavidad la sentaron con las piernas abiertas antes de sentir la lengua sobre su monte de Venus, luego con la temperatura aumentó cuando sus labios rozaron su clítoris. No pudo ella reprimir un gemido del placer.
Luego fue ella quien decidió posar sus labios sobre su miembro tremendamente erecto por el simple hecho de verla desnuda ante si. Agarró su cabeza mientras le succionaba su pene hasta llevarlo a la gloria.
Encendidos como llamas, continuó ella llevando la iniciativa tumbándolo en la cama, mientras como si de una montura se tratase, se montó sobre él moviéndose de manera rítmica. Botó con furia sintiendo en cada célula de su vagina el contacto físico mientras gritaba eufórica las cualidades del sexo del hombre.
Luego el la colocó a cuatro patas mientras desde atrás la penetraba con violencia mientras le golpeaba el culo y también le pedía que gritase la frase que ella repetía que tanto le gustaba. Un orgasmo tras otro ella casi se quedaba ronca al disfrutarlo dentro de si.
Luego cambiaron de posición tumbado él sobre ella. Ella excitada le arañaba la espalda como gata en celo. La mujer mordió la oreja de él pidiéndole que se corriese dentro de su vagina. Como un río el reventó de manera desenfrenada soltando todo su semen en ella. Ella complacida le susurró algo que siempre le dio morbo oír, ojala le hubiese dejado embarazada.
Agotados se tumbaron uno junto al otro retomando fuerza antes de volver a comenzar…
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