TRIGESIMA ENTRADA
Yo siempre había sido una persona incapaz de escribir sobre hecho sumamente cotidianos y reales, siempre he tratado de escribir (en mi aspiración de convertirme en escritor) sobre historias fantásticas y creadas por mi imaginación, sin embargo en la actualidad no soy capaz de inventar nada, pero si me es una necesidad vital continuar con este diario cuando de siempre había utilizado mi capacidad creativa como una forma de huida. Son las paradojas del destino. Aún así pienso que muchos de los que lleguéis a leer esta historia pensaréis que me lo he inventado, y mucho más a estas alturas, sin embargo cada vez me viene trayendo más sin cuidado lo que quieran llegar a pensar sobre mi...
Ahora soy un el protagonista indiscutible de la historia de mi vida, muchisímo más tras lo que me dispongo a contaros:
Guiado por mi intución quise saber más acerca de las jornadas sobre arte contemporáneo que tendría lugar en el hotel Jerez. Lo primero que era las primeras en celebrarse en la ciudad. Jamás habían tenido lugar un ciclo sobre el tema en la ciudad al menos que yo recordarse. En segundo lugar me limitaba la posible asistencia a las mismas, aquellas jornadas estaban restringida a profesionales en la materia. Por mucho que en el mundo del arte se moviese mucho dinero, mi situación de empleado de banca me excluía de poder participar. Procuré por todos los medios lograr que mi amigo el recepcionista del hotel me pudiese conseguir una acreditación, pero por lo visto eso lo llevaba la misma organización por lo que no era posible mediar para lograr una, algo compresible de todos modos, si algún personal del hotel fuese invitado sería el director y no un simpleempleado.
No desistí de todas formas de buscarme las formas de ir a comprobar si ese artista por confirmar como rezaba la información de la televisión local, fuese el artista de la muerte. Las evidencias eran claras a mi entender al no querer revelar la identidad, fuera aparte según el secretismo que envolvía al personaje según me comentó mi amigo, amigo al que espero sepa perdonarme robé su uniforme de trabajo para presentarme en el hotel.
Con menos entusiasmo que vergüenza traspasé la puerta del hotel vestido en principio de chaqueta para hacerme pasar por adinerado huesped. El no demostrar pudor a la hora de subir por el ascensor bien me valió pasar desapercibido, además que por una vez en la vida agradecí el recibir la llamada de un comercial de una empresa de telefonía movil ofreciendome una oferta de cambio de compañía. Hablar por telefono me hizo ir más a mi aire.
Una vez en la tercera planta, entre en el cuarto donde las camareras de piso guardaban la lenceria, gracias a la descripciones de mi amigo, que antes de trabajar de recepcionista había trabajado de mozo, pude saber hallarlo. El escuchar sus anecdotas me habían hecho hacerme una idea apróximada del lugar.
Salí de allí comprobando que no había nadie por los alrededores, pero en cuanto me di la vuelta la voz grave de una mujer llamó mi atención:
-¿Por favor podría indicarme donde esta la sala de reuniones?-la contemplé sintiendo como las piernas me temblaban del miedo pensando que me habían descubierto.
-Acompañeme si es tan amable.-le sugirí dudando si sabría llegar hasta donde me pedía.
-Solo me basta con saberlo.-negó seguirme.-Debo encargarme de llevar a mi representado para que de la conferencia.-me explicó.
-Si me dice en que habitación se aloja me encargaré de enviar a uno de los mozos a que lo acompañen.-oferté como si yo fuese el recepcionista del hotel.
-En todo caso preferiría que fuese usted mismo.-opinó con una sonrisa cordial.-Usted tiene cara de buena persona, algo que valora mi cliente que es muy desconfiado, por favor sea usted mismo quien lo conduzca hasta allí.
-No se moleste en excusarle, es nuestro trabajo, ya sabemos que los artista son seres peculiares.-quise mostrarme lo más solícito posible para no levantar sospecha.
-Yo diría excentricos.-comentó soltándo una carcajada.-Y mucho más cuando se trata de un artista que hace esculturas con humanos.-reconoció con total naturalidad.-En diez minutos le esperará...
Sin yo pedirlo me habían conducido hasta las puertas de aquel asesino, aunque nuevamente mi exceso de relajación me jugó una mala pasada...
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