VIGESIMO OCTAVA ENTRADA
He dejado pasar más de un mes desde la última vez que escribí, y es que las últimas horas en la casa rural no fueron precisamente lo mejor. Bedri no había sido precisamente el más profesional organizando el secuestro pero si había sido totalmente eficaz a la hora de torturar al testaferro, y es que había sufrido en propias carnes uno como había padecido el croata durante la guerra de los Balcanes, te hacen aprender mucho, y no es que hubiese sido un soldado de algunos de los bandos, sino un simple civil al que habían confundido con un mando militar, tras superar aquella prueba se dedicó a vengarse del bado enemigo, matando y asesinando sin escrupulos ya que también habían matado a su familia. No es necesario ser un mafioso para conocer los recodos más intrigado de la violencia.
Se había empleado a fondo haciéndole saltar con astillas las uñas, le había roto cada uno de los huesos de las diferentes rotulas del cuerpo, sin embargo lo único que había obtenido como respuesta era un dato: “Todos somos partes de la gran mentira...”
Cómo podéis imaginar no hubo otra opción que matar aquel hombre, haberlo dejado vivo hubiese sido un claro incoveniente...aunque el problema no fue tanto el asesinarlo, tras la tortura aquel individuo no era más que un guiñapo, sino el hecho de desprendernos del cadáver.
Aún no había perdido la vida, cuando lo tuvimos que encerrar nuevamente en el maletero del coche antes de que llegase el dueño de la vivienda para recoger la llaves. Antes que nada tuvimos que emplearnos a fondo en limpiar la habitación donde habíamos llevado propiamente el secuestro, ya que pese a las precauciones parte del suelo estaba salpicado por sangre, heces y otros restos orgánicos no identificables, o mejor dicho no quiero recordar. Pese a haber aireado la habitación y haber empleado al menos dos botellas de lejía, me seguía dando la impresión de que seguía el olor desagradable.
Sin embargo, pese a mi nerviosismo cuando el dueño de la casa rural revisó todo, no se percató de que en su propiedad había tenido suceso un hecho sumamente ilegal, pensé cuando lo veía torcer el gesto o arrugar la nariz, que haría referencia al malor olor, pero mi suerte me acompañó en este momento antes de marcharnos al campo a deshacernos del cuerpo.
No tan sencillo resultó descuartizar el cadáver. Es solo recordárme empleando el cuchillo jamonero para trinchar la piel de aquel señor como si de un pavo fuese, me provoca nauseas, pues nuevamente vuelvo a decir que la televisión y el cine nos han dado una idea errónea del tema. Pese a que en las noticias hemos podido ver terrorista cortando de un tajo la cabeza de algún pobre desgraciado, puedo dar constancia de que es más complicado, pues la sensación del chocar la cuchilla contra el hueso es espeluznante como ella sola. Y todo este trabajo para finalmente acabar quemándo el cuerpo, y esparciendo sus cenizas por el sendero conocido como de los Llanos del Republicano, pero según Bedri, quien se había negado a deshacer del cuerpo el solo, ya que no paro de repetir: “Yo remato, pero no me hago cargo del cuerpo”, era mejor primero destrozar a la victima antes de quemarla para que las posibles muestras de adn fuesen aún más difíciles de cotejar en un posible caso, de posibilidades nulas, de que pudiesen hallar las cenizas.
No solo nos deshacimos del cuerpo, sino también del coche, pues gracias nuevamente al ingenio del croata, lo vendimos con sabiduría por apenas 200 euros a un desguace ilegal que tenía un grupo de gitanos a la entrada norte del pueblo de Villamartín. Muchos pensaréis que lo vendimos barato más siendo un coche de alta gama, pero si la policia encontraba el automóvil lo relacionarían a ellos con la desaparición del empresario. Una jugada maestra.
Sin embargo ya volviendo en el taxi de vuelta a Jerez vine pensando que mejor debería olvidarme de aquella obsesión por atrapar al artista de la muerte. Quizás no fuese el más indicado, y menos si eso conllevaba seguir manchándome las manos de sangre como hasta entonces había hecho, cosa que a fecha de hoy me hace odiarme a mi mismo, yo siempre había sido una persona pacífica.
Este tema no habría vuelto tan siquiera a mi memoria, mucho menos en estas páginas sino fuese por un detalle importante: desde que comencé la búsqueda de este asesino que se hacía llamar artista, no había vuelto a tener alucinaciones, pero desde estas últimas dos semanas, aquel espectro del que un día os hablé se vuelvé a colocar a los pies de mi cama...
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