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domingo, 5 de febrero de 2012

Diario de una Inquietud (trigesimo segunda entrada)


TRIGESIMA SEGUNDA ENTRADA

Ahora con mucha más tranquilidad (o al menos un poco más) que cuando me transmitieron la noticia os puedo revelar lo que le ha sucedido a Marian. Iba ella paseando junto a su madre por el centro de la ciudad, aunque yo más bien diría de compras por las tiendas de moda, hecho que le provoca relajación, y evidentemente toleró gustoso siempre y cuando ella sea feliz. Demasiado ha sufrido con todo lo que me ha padecido a mi lado como que ahora yo encima me dediqué a criticar sus aficiones, que vuelvo a repetir no me disgutan.
Pues como os iba contando, me centraré que sino siempre acabo divagando, pues mi pensamiento es como una liebre que corretea salvaje sin punto fijo ni objetivo, hecho que a veces provoca a quien me lee o oye no acabe por enterarse de nada...pero a lo que voy, que como podéis ver me acabo perdiendo aún a sabiendo de que diserto.
Mientras que paseaba por la Calle Larga donde están situada la mayoría de la tiendas de ropa que le gustan, hecho que evidentemente no revista una acción extraña, un grupo de mujeres, en su inmesa mayoría muletas la rodearon tanto a ella como a su madre, comenzando a increparla. No respondió a las provocaciones, ya que por el aspecto del grupo parece ser que eran prostitutas y con ganas de camorra, aún así pese a obviarla una por lo visto empezó a darle empujones sin venir a cuento.
-Perdone pero no entiendo a que viene esto.-le recriminó Marian.-Y le pediría que nos dejasen tranquila sino quiere que avise a la policia...-le advirtió con un tono diplomático.
-Vaya con la mamita, después de lo que nos hizo se nos pone chula.-le gritó una mulata de amplios pechos.
-Creo que se están confudiendo de persona.-le falló la voz ante la agresividad de aquella mujer.
-No cerda.-le dio un guantazo en plena cara.
Mi suegra pese a ser una mujer bajita, no le falta carácter para ante una injusticia, más tratándose de su hija, responder con la misma violencia que habían empleado las fulanas, pese a que habitualmente es una mujer de carácter tranquilo, que odia el uso de la violencia, pero es que como ella me explicó “cuando te tocan a los tuyos no se puede uno guardar las manos en los bolsillos...”
quizás no he sido todo lo literal que debiese, pero tampoco voy a reproducir uno por uno las palabras malsonantes empleada por mi familia política.
Sin embargo el resto del grupo, al menos cuatro más, se cebaron con Marian, pese a que esta tampoco dudó en lanzar patadas, puñetazos, tirones del pelo sobre sus atacantes, pero el número influyó en el resultado. No fue hasta diez minutos después cuando apareció la policia local haciendo dispersarse el grupo que huyó cobardemente, hasta entonces los viandantes se había limitado a contemplar la pelea como si de un espectáculo callejero se tratase. ¡Maldita falta de empatía social!
La trifulca había dejado lesiones tanto en Marian como en su madre, quien pese a todo se jactaba de haber dejado con un moratón en el ojo a la mulata que parecía erigirse como líder. Para mi pareja el resultado no había podido ser peor: varios puntos de sutura en la ceja, un fuerte moratón en la espalda como consecuencias de las patadas, y varios mechones de menos en su largo cabello.
Costará conseguir que vuelva a salir de casa a la calle, aunque con mucho cariño y esfuerzo se logrará, lo que me empieza a preocupar que visto lo visto hasta ahora no se cuestión de una simple confusión, aparte Marian ha comenzado a tener una pesadilla que se le repite...

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