TRIGESIMO QUINTA ENTRADA
Llevo una semana alejado del amor de mi vida, y por más que pretendo hablar con ella, se niega en rotundo a responderme al telefono, es más, incluso he pasado por casa de sus padres donde ahora mismo está, pero su madre me reitera su intención de no querer verme.
Estoy hecho polvo, aunque por los últimos acontecimientos vividos pudiese deducir que Marian no aguantaría la presión de mi conducta esquiva, jamás llegué a creer que se cristalizase como ha sucedido. Mucho menos podía llegar a pensar que sucedería por ser tremendamente sincero...aunque no quiero hablar sin orden así que os explicaré:
Aquella noche cuando calló desmayada al visualizar la foto de su abuelo, sentí que nuevamente las “malditas coincidencias” regresaban a mi vida. Unos hechos que no eran fruto de la casualidad, y que además añadía en esta ocasión a mi amor. No soportaba verla en aquella circunstancia, en aquella incertidumbre que le minaba. Aquellos sueños unidos a la foto, sin olvidar la paliza sufrida podía llegar a minar su salud, no solo corporal sino mental. Por ello, pese a no tener certezas de tan siquiera lo que me había sucedido a mi, decidí contarle todo tras marcharse sus familiares tras ser disuadidos de que había el desvanecimiento tan solo se debía a la tensión sufrida en los últimos días, y que no era necesario ir a urgencias para que se cerciorasen de que no era alguna dolencia oculta.
Cuando la sentí un poco más recuperada la senté en el sofá para que oyese todo aquello que debía de decirle. No fue sencillo resumir tantos acontecimientos pero sin embargo procuré hacer una sintesis bastante aceptable que Marian oyó no sin cierta incredulidad. Todo fue una confesión tranquila hasta que le hablé del asesinato. En un principio no me creyó, pero yo le insistí...fue uno de los primeros errores que cometí.
-No le des más vuelta Victor, estás sacando las cosas de quicio, ni mis sueños ni esas palizas tienen absolutamente nada que ver con una mano negra que nos persigue a los dos. ¡No te montes pelicula!-me dijo con tono alterado.
-No son peliculas, ¿cómo te explicas tantas desgracias seguidas? Desde la muerte de mi amigo, a la paliza que te dieron.-justifiqué.
-Simple casualidades, no más.-resopló indigna.-Creo que deberías retomar tus visitas al psiquiatra...-propuso en un torno conciliador.
-No estoy loco.-grité indignado.
-No vas a lograr nada alterandote.-hizo por mantener la calma.
-Espera, te voy a mostrar una cosa.-busqué dentro de un libro la denuncia policial de la aparición del paquete con la cabeza humana.-Te lo he ocultado pero necesito que me creas...-se lo mostré.
Horrorizada se llevó las manos a la cara al finalizar de leer el documento.
-Yo no puedo seguir aquí, esto ha llegado muy lejos...-se volvió hacia la habitación.
-Espera, juntos podemos encontrar una solución.-le agarré del brazo.
-No me toques.-me ordenó con una mirada que me dejó helado.-No puedo seguir viviendo a tu lado...-soltó una lágrima que más que denotar tristeza denotaba rabia.
No tardó apenas nada en hacerse una maleta con unas pocas de mudas de ropa.
-Ya mi padre vendrá por el resto.-se despidió de aquella manera fría.
Pasan los días y no me acostumbro a estar sin ella. Marian es el ángel que ilumina mi sendero. Sin ella mi vida no tiene sentido. La única forma que tengo de solucionar esto es una: resolver la relación entre el sueño y la fotografía. Solo uniendo cabos podré recuperarla. No perderé un segundo en ir a casa de sus abuelos, si me explica quien es esa señora que tanto le impactó sabré una parte importante de este misterio...
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