CUATRIGESIMA
PRIMERA ENTRADA
Durante
el vuelo pensamos que hallaríamos la información necesaria acerca de la mujer
con relativa facilidad, pero el hecho de vivir in situ en la isla, nos hizo
comprobar la demora a la que se somete la burocracia cubana, y más cuando se
trata de extranjeros. Ibamos tan relajados, que nuestra fijación durante el
viaje fue el discutir el nombre de nuestro primer hijo.
Barajamos
alternativas entre nombre de chicas y chicos, porque aunque os pueda extrañar,
ya que Marian estaba de casi siete meses, habíamos decidido rechazar saber el
sexo de la criatura, y vivir el hecho con la emoción que se hacía antaño en
tiempo de nuestros abuelos. Yo en mi seno interior rezaba porque fuese niña, ya
que por normal habitual las chicas suelen ser más cariñosas que los varones,
fuera aparte que tampoco se me ocurría ningún nombre que me gustase de niño,
fuera aparte que el quería mi pareja no me acababa de convencer: Alejandro. El
debate se cernía más de ser una mini-Marian, pues sobre la mesa se barajaba
cuatro de los cuales no nos acababamos de decidir: Alejandra, Candela, Jimena o
Ariadna.
Lo
que no esperamos fue que durante un plácido paseo por el Malecón, un grupo de
mujeres, en su mayoría parecían prostitutas de las que suelen hacer negocios
con los estadounidenses y españoles deseosos de carne mulata, se pusiesen a
correr detrás nuestra a gritos, deseosos ante todo de golpear a Marian. Aquella
escena parecía calcada a la que había vivido en el centro de Jerez, con la
diferencia que esta vez nos encontrabamos al otro lado del oceano.
Nos
hubiesen cogido del tirón, ya que la barriga le impedía moverse con toda la
velocidad que desease a mi pareja, sino hubiese sido por una señora que tras
una puerta nos invitó a protegernos.
-Muchisímas
gracias por todo.-le agradecí oyendo como fuera pasaba la turba de largo.
-¿Pero
como se os ocurre venir por lugares como este?-nos regañó la mujer que apenas
levantaba metro y medio del suelo.
-No
sabíamos que este era un barrio peligroso.-argumenté yo con rapidez.
-Y no
lo es.-negó contrariandome.-Si me refiero a que hacéis ustedes dos por aquí, y
sobre todo ella.-señaló a Marian.
-¿Yo
porqué?-logró preguntar mi chica mientras intentaba recuperar el aliento.
-Pues
por el mismo motivo por el que habéis venido a Cuba.-logró que a nuestro
alrededor se diese durante unos segundos un silencio sepulcral.
-¿Que
sabe usted de eso?-le interrogué.
-Mucho
más de lo que quisiera.-respondió con gesto contrariado.-Sentaros, nos invitó a
pasar a su cocina donde una mesa con tres sillas se disponía cerca del fuego
donde hervía una olla.-¿Queréis tomar algo?-nos ofertó.
-No
gracias.-contestamos al unísono.
-Fue
hace muchos años cuando me enteré que yo era la heredera de un legado familiar,
una dinastía de brujas.-evocó casi como si no estuviesemos allí.-Me enseñaron a
curar con plantas, algunos hechizos para atraer el amor, pero también me
revelaron el secreto de tu familia.-miró a Marian fijamente.-Me revelaron que
la madre del tío abuelo de tu abuelo había hecho un trato con un ascendiente
mío.
-¿Y
cuál fue ese trató?-le tembló la voz a Marian.
-Reencarnar
a su hijo que había enfermado gravemente enfermo en algún descendiente suyo. Y
ese descendiente es el bebé que llevas en tus entrañas.-aseveró provocando el
llanto de mi pareja.
-Eso
son simple supercherías. Mentiras.-grité intentando que mi amor se relajase.
-Si
fuese mentira, porque ella estuvo soñando esto mismo que acabo de contar
durante tanto tiempo. ¿O porque soñó con esa mujer repintada, sin contar con la
paliza que le dieron además de las que le intentaron dar hace nada?-la retórica
de sus palabras denotaba que yo mismo sabía que nada de aquello era mentira.
-¿Pero
quien era esa mujer?-inquirí.
-Era
una madame, una criolla, hija de una española y un cubano, que aprovechándose
de su posición había montado un burdel a espaldas de su marido para lucrarse
con las pobres muchachas de la isla, por eso la mataron.-narró casi de forma
fideligna el sueño.
-¡No
quiero que mates a mi hijo!-vociferó Marian llevándose las manos a la barriga.
-¡Tranquila
amor no te pasará nada!-le abracé notando como había roto agua.-Hay que sacarla
de aquí, llevarla a un hospital...-le dije a la anciana.
-No
se puede, no muy lejos hay gente que la quiere matar.-anunció.
-No
quiero que ella lo toque.-lloró mi chica llevándose las manos a la barriga.
-No
os queda otra que confiar en mi.-argumentó en su favor, mientras yo veía a
través de la ventana como no muy lejos
al grupo de mujeres se le unía un grupo de mulatos armados con palos en nuestra
búsqueda.
-Pongamonos
manos a la obra, digame que necesitamos.-ordené mientras me remangaba.-Eso si
desgraciada de usted si le pasa algo...
Me he enganchado un poco tarde al blog, pero he de decir que... ¡vaya tela! Qué miedo lo de la vieja ésta xD Por cierto, casualmente hoy hablando con una amiga que está embarazada, me decía que quería llamar a su hijo Alessander y que a su novio no le gusta xD
ResponderEliminar