Ya Jimena tiene dos meses, es tan hermosa como su madre, y es la alegría de la casa, pese a que algunas noches no me deje dormir de seguido reclamando ser atendida, aunque aún así levantarse por ella es un gusto. Solo ver su carita, todo en esta vida merece la pena. No creo que este diciendo algo diferente a lo que siente el resto de los padres.
Es un tiempo tranquilo sin incidencia alguna, ni más sueños, ni apariciones, ni personajes rocambolescos cruzándose en nuestras vidas, no por ello no dejo de reconocer que me he vuelto más metódico a la hora de realizar mi vida cotidiana. Habrá quien lo pueda considerar paranoia, pero él saberme observado, me hace aumentar las precauciones, con cosas como el correos electrónico, mis movimientos por la red, o mis llamadas de telefono.
Podréis decir que cuál es el motivo de tanta desconfianza si ahora la vida me sonríe con una hija bellísima, una pareja perfecta, y una vida tranquila. Pues os diré que la frase de Amalia me puso en jaque, eso de que son gente como ella eran personajes secundarios en mi historia, no era más que la repetición de una misma frase que ya el testaferro del artista de la muerte me había dicho. Desde mi vuelta de la Habana pienso que hay algo superior a mi, no se si un dios, un gobierno, los ovnis, o vete tu a saber que controla mis pasos, lo que no se bien es para qué.
He comenzado a aficionarme a los libros de corte conspiranoideos que yo ante tanto aborrecía, porque siempre pensé que eran simple literatura inventada para captar ineptos dispuesto a comprar libros con tal de destapar una confabulación de orden mundial, pero tras vivir en mi vida demasiadas casualidades me empiezo a creer todo, incluido la existencia de un dios de la cual yo siempre había renegado.
Estas lecturas quedarían en una simple afición sin importancia, como otros se pueden dedicar a coleccionar sellos, sino fuese por el reciente correos sin remitente que me llego hace un par de horas a mi dirección mail:
“¿Ya te has aburrido de buscarme? Yo que tu no me olvidaría de mi, porque se lo de tus cuentas en Suiza para engañar al fisco...Encuentrame antes de que sea demasiado tarde.”
Respiré hondo al leer aquello, lo que no sabía el muy imbécil que a través de su dirección IP podía detectar desde donde me escribía.
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