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viernes, 18 de noviembre de 2011

Diario de una Inquietud (onceava entrada)

ONCEAVA ENTRADA

Quizás en otros tiempos me hubiese sentido fatal por lo que hice el otro día, pero a estas alturas de la pelicula, puedo decir que incluso me puedo sentir orgulloso. No soy un superhéroe vengador del tipo Punisher, ni tan siquiera el hombre de más recta moral, eso sería pura moralina, sin embargo el haber podido soltar toda la rabia acumulada me hecho sentir vivo. Os cuento:
Tras mi alta en el hospital pude volver a recobrar casi al cien por cien mi normalidad, digo casi al cien por cien, porque en este caso Marian y yo nos pusimos manos a la obra para tratar de encontrar una entidad financiaria diferente a la que yo trabajo, pues como ya conté nos retiraron la hipoteca. Por lo demás todo era casi similar.
En la vuelta al trabajo las actitudes eran similares, habían quienes me odiaban y quienes me apreciaban, aunque alguno de los que antes se habían honrado en llamarme amigo, hoy día eran un tanto receloso al trato conmigo por el simple hecho de haber estado en la unidad de salud mental. Los muy estúpidos se piensan que la locura es una enfermedad que se contagian. ¡Pobres míos! Aunque como digo eran los menos, pero trataré de contar la historia sin desviarme más.
Un par de semanas más tarde de reincorporarme, concretamente mientras la mayoría de la oficina se había ido a desayunar, hice uso del ordenador con fines muy diferentes a los esperados en un banco, y no me refiero a dedicarme a ver páginas deportivas o ver material pornográfico como hace otros tantos, sino que me dediqué con las pocas nociones de hackear que había aprendido a base de unos pocos tutoriales de internet a hacerme con la contraseña del correos personal de mi jefe. Si ese bastardo que quizás recuerden de mi visita al hospital y por el que me sedaron como si de un animal salvaje me tratase.
Me hice con toda su lista de contactos tantos personales como profesionales guardandolos en un pendriver para darle uso una vez que hubiese dado paso a la siguiente parte de mi maquiavelico plan que no era otro que seguirle durante sus correrías extramatrimoniales al cerdo de mi jefe. Fue durante un jueves precisamente, el único día que trabajamos de tarde, cuando tras oírle hablar con su mujer sobre que llegaría más tarde a casa debido a un balance descompensado de la caja, decidí seguirle hasta un prostibulo situado a la entrada del Puerto de Santa María.
Me atavié con un disfraz un tanto cutrez, compuesto por una peluca deshilachada del último carnaval al que acudí, a la par que unas barba postiza, y una gafas sin graduar, pues no podía arriesgarme a que me reconociese, entre en el local.
Siempre he tenido una opinión contraria a la prostutición basicamente por un par de razones, la primera de ella porque me parece un autentico atentado contra la dignidad femenina de tratar a una mujer como si de un objeto se tratase, es el resultado del mercantilismo salvaje de esta sociedad, y la segunda de las razones es que me parece muy lamentable tener que pagar por practicar sexo porque no es más que reconocer que sino por eso, eres un tío tan horriblemente feo que es necesario pagar, aunque debo de reconocer que en un primer instante me impresionó ver a chicas totalmente desnuda que se te acercaban en busca de tu compañía o mejor dicho de tu dinero.
No sucumbí antes las circunstancia, porque básicamente mi objetivo era destruir la imagen de persona respetable de mi jefe, y fundamentalmente porque yo tengo suficiente con Marian en todos los aspectos, no creo que sea necesario dar detalles. Simulé controlar (jamás en mi vida había pisado un sitio como aquel os lo puedo jurar, pues aunque suene creído nunca me hizo falta), me acerqué a la barra y pedí una copa, (¡¡Jamás pensé que podía pagar garrafón como si fuese oro!!). Desde aquel lugar tenía controlado al malechor que creyéndose sin vigilancia daba rienda suelta a sus más bajos instintos con dos prostitutas, una de las cuales creo que no superaría la mayoría de edad. Las besaba y toqueteaba con lujuria mientras estas se dejaban hacer.
Reconozco que hubo un momento de peligro cuando mientras con disimulo grabanbaba con mi camara del movil la escena, se me acercó una mulata de impresionantes pechos:
-¿Oye papito que esos que tienes entre manos?
Reconozco que agobiado tragué saliva porque no supe que responder en aquel momento, hecho que provocó que la voz de la mujer cambiase a un tono más amenazante:
-Espero que no estes grabando, porque si eres un puto periodista tendré que decirselo a aquel chico tan simpático que hay tras la barra.-señaló al camararero de aspecto ruso que servía copa y que para mi desdicha gastaba unos musculos en los brazos tatuados del tamaño de mis piernas.
-¿Qué quieres por tu silencio?-balbucée reconciendo mi grabación.
-Sube conmigo a la habitación, y me olvidaré de todo. Además se te ve tenso.-recuperó el tono mimoso mientras rozaba sus amplios senos sobre mi hombro.
-Le pagaré si quiere un poco más sin subir tan siquiera.-le oferté.-Solo vine a tomarme una copa.-quise demostrar un aplomo que no existía.
-De acuerdo.-me tendió la mano aceptando rápidamente el dinero que le ofrecía.-Pero ahora largate de aquí antes de que avisé a Serguéi de que estabas grabandonos para hacerte pajas gratis.-ordenó de manera tajante.
Sin tan siquiera responder apuré la copa saliendo del local, viendo a través del rabillo del ojo como mi jefe se marchaba escalera con el par de chicas. Quizás esperase a ver conseguido más material videográfico, pero dadas las circunstancias podía darme por satisfecho.
Cómo podréis imaginar el siguiente paso es fácil de preveer. Cree una cuenta fictisea en hotmail para poder enviar a los contactos del correos obtenido las imagenes del prostibulo titulandolo: Imagenes de un señor muy respetable.
A la mañana siguiente el rumor del video era patente en la oficina, ya que había sido reenviado por quienes lo habían obtenido, pues no solo se lo envié a los contactos de mi jefe, sino también a mis compañeros de trabajo. Tres días más tarde en el despacho de mi jefe había una carta de la dirección de la empresa pidiendo la dimisión a su empleado por tan escandalosas imagenes. “Una entidad tan importante como la nuestra no puede verse manchada por su conducta imprudente, y más cuando puede haber un delito de violación de los derechos de una menor de edad, por lo que le rogamos que sea usted mismo quien disponga su cargo a la dirección de esta empresa...”, rezaba una parte del escrito. Aunque no solo eso, pude saber, que su mujer le había interpuesto una demanda de separación.
Y es que quien se mete con Victor Choquet lo paga caro...

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